Pilar Adón, Flavita Banana, Nuria Barrios, Cristina Fallarás, Laura Freixas, Sara Mesa, Cristina Morales, Edurne Portela, María Sánchez, Clara Usón
TSUNAMI. MIRADAS FEMINISTAS
Edición y prólogo de Marta Sanz
Sexto Piso, 2019 - 200 p.
[sin desperdicio]
Fragmento de MARÍA PANDORA de Nuría Barrios:
«La representación de Dios es siempre masculina en el imaginario católico. Cuando, en 1987, Juan Pablo I declaró que Dios era padre y madre se produjo un gran revuelo. Lo que escandalizaba no era la imagen del amor de Dios como amor también materno, sino la afirmación explícita de la existencia de Dios Madre. Antes de convertirse en el Papa Benedicto, Joeeph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quiso zanjar el tema: "No estamos autorizados a transformar el Padre Nuestro en una Madre Nuestra: el simbolismo utilizado por Jesús es irreversible, esta basado en la misma relación hombre-Dios que vino a revelarnos". Al decir "hombre", Ratzinger no interpretaba ese concepto como genérico, sino como alusivo en exclusiva al varón. Sus palabras parecían encaminadas a acallar las reivindicaciones de las mujeres dentro de la Iglesia. La superioridad masculina era reafirmada como doctrina.
Si los hombres están hechos a imagen y semejanza de Dios, el referente de las mujeres es María. Más que un referente, es un proyecto de vida. La Iglesia impuso que todas las niñas unieran su nombre al de la Virgen. María Paz, María Olga, Ana María, María Dolores, María del Mar, Eva María, María Gema, María Pilar, Rosa María... Aún hoy sigue siendo uno de los nombres más utilizados en España. El correlato masculino habría exigido que los niños añadieran el nombre de Jesús al suyo, pero tal demanda no existía. Eran las mujeres quienes debían tener siempre presente el ejemplo de María: una persona dócil y silenciosa, sin voz ni voluntad. Antes de iniciar la confesión el cura nos recibía son un: "Ave María Purísima", y nosotras debíamos responder: "Sin pecado concebida". El pecado, del que María estaba libre, era el de la desobediencia de Eva. La desobediencia fue el primer pecado femenino.
Ese relato elaborado por la Iglesia ha propiciado la subordinación social y familiar de la mujer y contribuido a afianzar la jerarquia masculina.
En su ensayo Y la Iglesia inventó a la mujer, la escritor sarda Michela Murgia deconstruye la imagen femenina que se proyecta a través de la devoción católica a María y cuestiona el modo en el que somos narradas. De todos los interesantísimos puntos que señala, me parece especialmente relevante el que aborda cómo la relación desigual entre el hombre y la mujer, legitimada espiritualmente por la Iglesia, subyace a la violencia de género. En el matrimonio católico a la esposa le corresponde la resignación y la sumisión mientras que al esposo le corresponde el dominio. Basta con llevar la negación de sí misma a un extremo de autodestrucción para llegar a la violencia de género.
Mis monjas fueron las transmisoras de semejante narración. Sin saberlo, y con toda seguridad sin quererlo, predicaban como virtudes rasgos que comparten muchas mujeres maltratadas: la obediencia, el sacrificio, el silencio, el sufrimiento...
¡Ah, el sufrimiento! Hay una relación simbólica entre mujeres, sufrimiento y muerte. Una de las representaciones más habituales de María es la de Mater dolorosa. En el catolicismo el dolor es considerado un sentimiento connatural a la mujer hasta extremos grotescos. Cuando hacia la mitad del siglo XIX se comenzó a estudiar la posibilidad de eliminar el sufrimiento en el parto mediante la anestesia, se abrió un debate teológico. ¿Cómo osaba la ciencia desafiar el castigo divino, aquella resonante condena a Eva en el Paraíso: "Parirás con dolor"? Hubo que esperar hasta 1956 para que el Papa Pío XII declarara "no ilegítimo" el parto sin dolor.» (págs. 157-159) [manda huevos]
Presentación de Tsunami en el Espacio Fundación Telefónica. 29 de mayo de 2019.
No hay comentarios:
Publicar un comentario