jueves, 28 de enero de 2021

Sontag, de Benjamin Moser


Benjamin Moser (Houston, 1976)
SONTAG
VIDA Y OBRA
[Sontag: Her Life and Work, 2019]
Trad. Rita da Costa
Anagrama, 2020 - 832 págs. - inicio

- La altanería de SS en Nueva York, Jordi LLovet
- Un pliego de cargos contra Susan Sontag, A. Major
- Susan Sontag en estado puro, Vivian Gornick
- La pensadora que no temía a los hombres, Laura Freixas
[excesivo]

«De puertas afuera, la Sontag que sobrevivió al cáncer era invulnerable. Desde finales de los años setenta, junto a otras grandes figuras del momento (Brodsky, Derek Walcott, Donald Barthelme), estuvo al frente del New York Institute for Humanities, cuyos socios se reunían para escuchar a oradores invitados y debatir sobre sus propias obras. Sontag, con su característico mechón blanco, era una de las grandes eminencias del Institute, y los visitantes se quedaron maravillados ante sus alardes de ingenio dialéctico e inteligencia. [...] Era la misma Sontag, formidable y aterradora a la vez, que con un simple arqueo de cejas hacía o deshacía carreras, la que firmaba ensayos como "Fascinante fascismo", la que todo lo sabía y conocía a todo el mundo.
      Pero había otra Sontag que escribía ficción, una ficción marcada por lo que podría denominarse incertidumbre narrativa. La incertidumbre que introdujo en sus primeras novelas y películas resultaba desconcertante. Su empeño en que era imposible saber nada –de sus personajes, de cuanto les sucedía– hacía muy difícil identificarse emocionalmente con ellos. El lector acababa reprochándole las piruetass retóricas que impedían el avance de la narración, y es de suponer que solo los más devotos leían sus novelas o veían sus películas hasta el final.» (págs. 424-425)

Beethoven. Sonata piano nº 32 en Do menor, Op. 111. Daniel Baremboin.
 
Beethoven String Quartet Nº 15 Op 132 in A minor. Alban Berg Quartet.
«David le leía el Don Juan de Byron. Peter Perrone le leía La muerte de Iván Ilich con la esperanza de poder entablar una conversación sobre la muerte. No lo consiguió, aunque sí hubo momentos en que Susan habló de su fin. En el Sloan Kettering, pidió a David que acudiera a su lado. "Lo más importante que te dejo son mis diarios", le dijo. "Habría que eliminar unas pocas cosas", se refería a los nombres de sus amantes, "pero deberían publicarse." Y escogió la música de su propio funeral: la última sonata para piano de Beethoven, la nº 32, y uno de sus últimos cuartetos de cuerda, el nº 15. [...] T.S. Elliot se había referido a esta obra en los siguientes términos: "Como objeto de estudio se me antoja del todo inagotable. Hay una suerte de regocijo celestial, o por lo menos más que humano, en algunas de sus últimas piezas que llegan, cabe suponer, como fruto de la reconciliación y el alivio tras un inmenso sufrimiento."
Lina       Esa reconciliación –ese alivio– no llegaría en el caso de Susan. Una y otra vez, alentada por la esperanza de un medicamento experimental [...], hacía acopio de una voluntad que llenaba de asombro a Marcel van der Brink, médico que la conoció por entonces. Él la veía oscilar entre: "No quiero seguir con esto. Soy consciente de que es inutil" y, segundos más tarde: "No quiero rendirme. Dadme otra medicación."» (págs. 694)
Más: Nadando en un mar de muerte. David Rieff. Letras Libres. 28/02/2006.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...