Ayer supe (tangencial e incomprensiblemente) que Enrique Vila-Matas ha estado aquí. Después de una primera reacción de tierra, trágame, y de sentir la necesidad de refugiarme en alguno de sus libros, di con estas alentadoras palabras de “El viento ligero en Parma” que hace un par de años rodeé con una línea de lápiz:
- “En mi caso, no entender nada no es un problema. No sólo paso a limpio mentalmente las crónicas o libros que no entiendo sino que, además, la incomprensión la he convertido en mi poética literaria. Cargo de sentido la sensación de absurdo que da la vida y, de paso, considero que lo esencial de la realidad se encuentra en los libros. Aunque no he entendido nunca nada de este mundo (y en cambio, no sé por qué, entiendo perfectamente lo que estoy ahora escribiendo), aunque no he entendido nunca por qué vivo ni tampoco por qué un día estaré muerto, aunque no he entendido nunca nada, yo he seguido siempre adelante buscando y encontrando siempre en la literatura, y paradójicamente en el absurdo mismo, el sentido del mundo.
La verdad es que no entender nada me ha resultado siempre, como lector, extraordinariamente creativo, estimulante, alegre, y más bien alejado de todo drama. Esto no debe parecernos extraño. Después de todo, un clásico, por ejemplo, es simplemente un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir. Entenderlo todo puede ser el fin de la aventura, mientras que no entender nada es la puerta que se abre.”
2 comentarios:
Precisamente hoy, leer esto, me viene genial. Gracias
El sábado pasado recorrí varias librerías hasta conseguir encontrar “Paseos con Robert Walter” de Carl Seelig. En dos de ellas me dijeron que era muy raro pero que durante los últimos días habían vendido todos los ejemplares que tenían. Yo estaba deseando leer este libro para conocer la respuesta a estas palabras de EVM: “Y si Walser dijo esto o no lo dijo, podrá averiguarlo acercándose a "Paseos con Robert Walser", un libro maravilloso, que publicó Siruela.”
Bueno, pues en este delicioso libro Walser nunca dice textualmente “no estoy aquí para escribir, sino para enloquecer”.
Dice, por ejemplo: “Es absurdo y cruel plantearme la exigencia de que escriba en el sanatorio. El único suelo en el que el poeta puede producir es el de la libertad. Mientras no se cumpla esta premisa, me niego a volver a escribir jamás. No sirve de nada poner a mi disposición una habitación, papel y pluma.”
Y cuando Seelig le pregunta si volvería a escribir, contesta: “Con esa pregunta sólo se puede hacer una cosa: no responder.”
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