lunes, 8 de octubre de 2007

El placer de editar

Hopper_Gente_al_sol [JS se hizo editor porque le gustaba leer]

En 2005, el Instituto Cervantes de Nueva York organizó una exposición sobre el libro español. En el catálogo de la Editorial Atalanta, Jacobo Siruela escribió: “Lo único estimulante hoy es tener la suficiente libertad como para hacer todo lo contrario de lo que marcan los hábitos y pautas editoriales del último cuarto del siglo pasado. Es decir:
  • Hacer pocos libros en lugar de muchos. Se trata de elegir, no de abarcar.
  • Dedicar todo el tiempo que requiera cada uno de los libros en su realización, en lugar del menos posible ‘porque es más rentable’.
  • No seguir las pautas del mercado, sino intentar adecuar al mercado tus propias propuestas.
  • No buscar nada nuevo ni ‘original’ en el diseño, sino algo auténtico y perdurable. Lo nuevo es lo que antes envejece.
  • Tratar de buscar belleza –es decir, armonía de formas y colores– frente al relativismo (un poco gregario) de las estéticas instantáneas.
  • ¡Guerra al plástico! Es un material anticuado y desagradable. Las encuadernaciones plastificadas son una rémora del siglo pasado. El plástico representa el triunfo de lo funcional frente a lo sensual. Y la sensualidad es el mejor acompañante de lo intelectual.
  • Revindicar la encuadernación en papel, un material más acorde con el sentido del tacto. Estudiar a fondo todos los problemas que esto puede producir para la durabilidad del libro.
  • Estudiar que el libro pueda abrirse perfectamente en las manos. (Lo contrario es una descortesía elemental con el lector).
  • Cuidar al máximo las tipografías, interlineados, espacios blancos para los dedos, tamaño de la letra, etcétera. Son los fundamentos para un buen uso del diseño.”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fantástico.

Anónimo dijo...

En una ocasión le preguntaron a Jorge Herralde “¿Por qué edita?”. Y respondió: “Editar me permite: explorar, descubrir, apostar, compartir placeres y entusiasmos; practicar una variada gimnasia mental; subirme de vez en cuando a las montañas rusas y otras atracciones; seguir desde el principio la excitante metamorfosis que conduce del manuscrito al libro. Y, durante el trayecto, ‘escribir’ una particular novela-río: el catálogo de Anagrama”.

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