“Atravesando de nuevo el Cuerno de Oro, Miguel Ángel tiene la visión de su puente flotando bajo el sol de la mañana, tan cierto como que unas pocas lágrimas brotan de sus ojos. Será una edificación colosal sin ser imponente, delicada y poderosa. Como si la velada le hubiese abierto los párpados y transmitido su certeza, por fin el dibujo se le aparece.”
“Cuatro arcos cortos flanquean un arco central de tan suave curvatura que apenas si llega a apreciarse. Descansan sobre unos gruesos pilares cuyos tajamares en triángulo dividen las aguas como bastiones. Apoyada sobre una invisible fortaleza que apenas supera las olas, una majestuosa pasarela une de forma suave las dos orillas, acepta sus diferencias. Dos manos majestuosamente posadas sobre la onda, dos dedos gráciles que se tocan.”
“Cuatro arcos cortos flanquean un arco central de tan suave curvatura que apenas si llega a apreciarse. Descansan sobre unos gruesos pilares cuyos tajamares en triángulo dividen las aguas como bastiones. Apoyada sobre una invisible fortaleza que apenas supera las olas, una majestuosa pasarela une de forma suave las dos orillas, acepta sus diferencias. Dos manos majestuosamente posadas sobre la onda, dos dedos gráciles que se tocan.”
Habladles de batallas, de reyes y elefantes. Mathias Enard Trad. Robert Juan-Cantavella. Mondadori, 2011. (pp. 120 y 122) |
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