«Vieron muchachas de ojos negros y la cara pintada fumando puros pequeños, cogidas del brazo y mirándoles con descaro. Vieron al gobernador en persona muy erguido y ceremonioso en su sulky con maineles de seda franquear la puerta doble del patio de palacio y un día vieron una jauría de humanos de aspecto depravado recorrer las calles montando ponis indios sin herrar, medio borrachos, barbados, bárbaros, vistiendo pieles de animales cosidas con tendones y provistos de toda clase de armas, revólveres de enorme peso y cuchillos de caza grandes como espadones y rifles cortos de dos cañones con almas en las que cabía el dedo gordo y los arreos de sus caballos hechos de piel humana y las bridas tejidas con pelo humano y decoradas con dientes humanos y los jinetes luciendo escapularios o collares de orejas humanas secas y renegridas y los caballos con los ojos desorbitados y enseñando los dientes como perros feroces y en aquella tropa había también unos cuantos salvajes semidesnudos que se tambaleaban en sus sillas, peligrosos, inmundos, brutales, en conjunto como una delegación de alguna tierra pagana donde ellos y otros como ellos se alimentaban de carne humana.
» (p. 103) |
Meridiano de sangre
Cormac McCarthy
Trad. Luis Murillo Fort
DeBolsillo, 2014
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3 comentarios:
Y, claro, con ese título y tamañas atrocidades, te habrá encantado, ¿no?
Pues la verdad es que me ha encantado menos de lo previsto, Pter. Me ha encantado mucho más que hayas leído todo el fragmento, si es que así ha sido. En ti pensaba cuando lo transcribía.
Ritmo, tiene.
Extraigo el último mandamiento del singular 'Pentálogo' de lector de Sergio del Molino:
5. Busco la voz del autor desesperadamente. No sé qué esperan ustedes de la literatura. Yo la aprecio más en la medida en que percibo la presencia del autor respirando fuerte entre las líneas. No me importa la forma exterior de esa literatura: hay novelas supuestamente autobiográficas en las que su autor no transpira porque viste a su narrador con neopreno, y hay novelas de ciencia-ficción que suenan como gritos de socorro o gemidos de amor. Los autores que se esconden y no se entregan, quienes no se dejan su cuerpo en las letras, no me interesan. No hablaré de ellos, no los busquen aquí.
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