«Por alguna extraña razón, nunca pensé que llegaría a los cuarenta años. A los veinte, me imaginaba con treinta, viviendo con el amor de mi vida y con unos cuantos hijos. Y con sesenta, haciendo tartas de manzana para mis nietos, yo, que no sé hacer ni un huevo frito, pero aprendería. Y con ochenta, como una vieja ruinosa, bebiendo whisky con mis amigas. Pero nunca me imaginé con cuarenta años, ni siquiera
con cincuenta. Y sin embargo aquí estoy. En el funeral de mi madre y, encima, con cuarenta años. No sé muy bien cómo he llegado hasta aquí, ni hasta este pueblo que, de repente, me está dando unas ganas de vomitar terribles. Y creo que nunca en mi vida he ido tan mal vestida. Al llegar a casa, quemaré toda la ropa que llevo hoy, está empapada de cansancio y de tristeza, es irrecuperable. Han venido casi todos mis amigos y algunos de los de ella, y algunos que no fueron nunca amigos de nadie. Hay mucha gente y falta gente. Al final, la enfermedad, que la expulsó salvajemente de su trono y destrozó sin piedad su reino, hizo que nos puteara bastante a todos, y claro, eso se paga a la hora del funeral. Por un lado, tú, la muerta, les puteaste bastante, y por otro lado yo, la hija, no les caigo demasiado bien. Es culpa tuya, mamá, claro. Fuiste depositando, poco a poco y sin darte cuenta, toda la responsabilidad de tu menguante felicidad sobre mis hombros. Y me pesaba, me pesaba incluso cuando estaba lejos, incluso cuando empecé a entender y aceptar lo que pasaba, incluso cuando me aparté un poco de ti al ver que, si no lo hacía, no sólo morirías tú bajo tus escombros. Pero creo que me querías, ni mucho, ni poco, me querías y punto.
[...]
«Te quiero», las palabras mágicas que te pueden convertir en un perro, en un dios, en un chiflado, en una sombra. Además, muchos de tus amigos eran progres, ahora creo que ya no se llaman así o que ya no existen. No creían ni en Dios ni en una vida después de la muerte.
[...]
Yo, de niña, os veía reír y jugar a las cartas hasta el amanecer y viajar y bañaros en pelotas en el mar y salir a cenar, y creo que lo
pasabais bien, que erais felices. El problema con las familias que uno elige es que desaparecen más fácilmente que las de sangre.
[...]
Mamá, me prometiste que cuando murieses mi vida estaría encarrilada y en orden y que el dolor sería soportable, no me dijiste que tendría ganas de arrancarme mis propias vísceras y comérmelas. Y me lo dijiste antes de empezar a mentir. Hubo un momento, no sé por qué, en que tú, que no mentías nunca, empezaste a hacerlo. Los amigos, que al final te trataron poco y recuerdan a la persona gloriosa que eras hace diez o
diez mil años, sí que han venido.
[...]
Porque tú estás muerta, mamá. Llevo dos días repitiéndolo y repitiéndomelo y preguntándoselo a mis amigas, por si ha habido algún error o lo he entendido mal, pero cada vez me aseguran que ha ocurrido lo impensable. Aparte de los padres de mis hijos, sólo hay un hombre interesante,
desconocido. Estoy a punto de desmayarme de horror y de calor y, a pesar de todo, sigo siendo capaz de detectar inmediatamente a un hombre atractivo. Debe de ser el instinto de supervivencia. Me pregunto cuál es el protocolo para ligar en un cementerio.
[...]
Se acaba el funeral. Veinte minutos en total, en medio de un silencio casi absoluto, no ha habido ni discursos, ni poemas —juraste levantarte de tu tumba y perseguirnos por toda la eternidad si dejábamos que alguno de tus amigos poetas recitara algo—, ni rezos, ni flores, ni música. Hubiese sido todavía más rápido si los ancianos operarios que tenían que introducir el ataúd en el nicho no hubiesen sido tan torpes. Entiendo
que el hombre atractivo no se acercase a cambiarme la vida aunque, por otro lado, no se me ocurre un momento más adecuado y necesario para
hacerlo, pero al menos hubiese podido ayudar a los viejos cuando casi se les cae el ataúd al suelo. Uno de ellos ha exclamado: «Me cago en dena!» Ésas han sido las únicas palabras pronunciadas en tu funeral. Me parecen muy apropiadas, muy exactas. A partir de ahora, supongo que cada funeral al que asista será el tuyo. Bajamos por la cuesta. Carolina me coge de la mano. Ya está. Mi madre ha muerto. Creo que me voy a empadronar en Cadaqués. Ahora que tú vives aquí, será lo mejor.» (inicio del libro)
MILENA BUSQUETS También esto pasará (Anagrama 2015) També això passarà (Ara Llibres, 2015) [Babelia | leyenda] ESTHER TUSQUETS (en Nostromo, I. V.-Folch) |
6 comentarios:
Eros en Tanatos.
Magnífico libro lleno de emociones y sentimientos por llegar...
Por llegar ¿a dónde?, dear Tosca.
Para mí, muy divertidas las serias reflexiones frívolas de la señora Busquets.
Llegar a la implacable realidad de la falta de la madre...
Has leído el libro? Que te pareció?
Claro que lo he leído, Tosca. En este blog sólo hay libros que he leído.
Y, aunque no se trata de una cima literaria, es un texto interesante y bastante divertido.
Siempre es placentero leer a Milena.
Mentiría si dijera que se algo sobre literatura o algo más básico, quien escribe bien o mal, no he cultivado ese campo demasiado, pero me quedo con lo que siente mi piel cuando leo y lo que aporta a mi vida un libro. Cerrarlo porque ya termino y quedarte triste por haberlo finalizado..,no será la cima literaria, pero te deja con ganas de leer más y eso es casi tocar la cima. Si conoces a la autora dale las gracias...
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