«Mi plano preferido en El puente sobre el río Kwai es cuando Holden está huyendo por la selva y cree ver un pájaro, un pájaro que es una cometa, y comprendemos que acaba de llegar a un lugar habitado. Hay un momento en Lawrence en que O'Toole está en lo alto del tren, convertido en un dios absoluto, la reencarnación de Alejandro Magno, lo que quieras, y Lean hace entonces una panorámica hacia su sombra: a partir de ese momento todo será decadencia. Le basta con esa sombra y ese movimiento. Cine sonoro y cine mudo, gran espectáculo e intimismo: eso era Lean.
En Sevilla yo estaba deslumbrado por los grandes tinglados, aunque lo que más me impresionó fue lo primero que roda- mos, una secuencia de interior, breve pero decisiva para la película, porque explicaba muy bien las inclinaciones homo- sexuales y masoquistas de Lawrence: el careo con el Bey, el jefe de la policía turca. Era un interrogatorio cargado de tensión erótica, más clara que el agua, pero que mucha gente no advirtió. Había un juego de miradas inequívoco y acababa con el plano del Bey retirándose a su despacho mientras torturan a Lawrence, pero dejando la puerta entreabierta, insinuando que la cosa no terminaba allí.
El papel del Bey lo interpretaba José Ferrer, y se contaba que para que aceptara un papel tan breve, Spiegel le había pagado un dineral y le regaló luego un Porsche recién salido de fábrica. No sé si sería verdad, con lo rata que era Spiegel, pero de serlo valió la pena, porque la escena, que combina enfrentamiento y seducción, era una pequeña proeza: Ferrer dijo luego que era lo mejor que había hecho en cine. Fue un verdadero privilegio ver a aquellos dos actores trabajando juntos, mirada a mirada, para hacer crecer la tensión de la secuencia. Al acabar, los secundarios y los eléctricos rompieron a aplaudir, y ninguno de ellos sabía inglés. Bueno, quizás Fernando Sancho sabía un poco.» (págs. 130-131)
En Sevilla yo estaba deslumbrado por los grandes tinglados, aunque lo que más me impresionó fue lo primero que roda- mos, una secuencia de interior, breve pero decisiva para la película, porque explicaba muy bien las inclinaciones homo- sexuales y masoquistas de Lawrence: el careo con el Bey, el jefe de la policía turca. Era un interrogatorio cargado de tensión erótica, más clara que el agua, pero que mucha gente no advirtió. Había un juego de miradas inequívoco y acababa con el plano del Bey retirándose a su despacho mientras torturan a Lawrence, pero dejando la puerta entreabierta, insinuando que la cosa no terminaba allí.
El papel del Bey lo interpretaba José Ferrer, y se contaba que para que aceptara un papel tan breve, Spiegel le había pagado un dineral y le regaló luego un Porsche recién salido de fábrica. No sé si sería verdad, con lo rata que era Spiegel, pero de serlo valió la pena, porque la escena, que combina enfrentamiento y seducción, era una pequeña proeza: Ferrer dijo luego que era lo mejor que había hecho en cine. Fue un verdadero privilegio ver a aquellos dos actores trabajando juntos, mirada a mirada, para hacer crecer la tensión de la secuencia. Al acabar, los secundarios y los eléctricos rompieron a aplaudir, y ninguno de ellos sabía inglés. Bueno, quizás Fernando Sancho sabía un poco.» (págs. 130-131)
1 comentario:
Anecdotario cinematográfico variado.
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