Marceline Loridan-Ivens (1928)
(y Judith Perrignon)
Y TÚ NO REGRESASTE
[Et tu n'es pas revenu, 2015]
Trad: José Manuel Fajardo
Salamandra, 2015
96 págs | 14,5 €
primeras páginas
Marceline habla con Berna
Joris Ivens y Marceline Loridan
Ella fue nuestra heroína en Birkenau. Era una judía belga, hablaba muchas lenguas, gracias a lo cual tenía el derecho a circular por el campo, aprovechando para ayudar en cuanto podía. Un día se escapó en un coche con su amante, un joven deportado polaco de la resistencia, ambos disfrazados de SS. Tienes que haber oído hablar de esa historia. Porque a la hora del recuento faltaban dos. Tú sabes cómo se enfurecía la máquina nazi por haber perdido a dos, aunque los que estábamos tras las alambradas fuéramos ya cincuenta mil o cien mil, ¿cómo saberlo? Puede que, al igual que a nosotras, os mantuvieran durante horas de pie en fila, contando y recontando; me pregunto si no fue aquella vez cuando nos dejaron de rodillas a la intemperie durante toda la noche, luchando con nuestras últimas fuerzas contra la tentación de dejarse caer y así morir. Mala fue capturada tres semanas más tarde en la frontera checa, denunciada por campesinos polacos. Su amante se rindió, no quería que ella pensase que era él quien había hablado. Lo colgaron de inmediato. A ella la metieron durante semanas en el búnker, en una de esas celdas en las que uno entra reptando y ni siquiera puede sentarse. Y un día ordenaron que los arios fueran encerrados en sus barracas y que se reuniese a los judíos en la plaza del Lager B. Éramos millares en filas de a cinco, conmigo al frente, como de costumbre, soy tan bajita... Habían levantado una horca, con su nudo corredizo, y justo delante estaban los jefes de las SS del campo. Ella llegó de pie, sobre una carreta tirada por deportados, iba vestida de negro, con las manos atadas a la espalda, era una completa puesta en escena. El comandante Kramer, de las SS, aulló que ninguna de nosotras saldría viva, no éramos más que parásitos, perras judías. Y mientras él gritaba, yo veía algo que corría por el cuerpo de ella, ¡su sangre! Evidentemente, alguien le había proporcionado una cuchilla y ella había cortado las cuerdas y luego sus venas, escogiendo su manera de morir. Yo estaba fascinada por aquella sangre que se fugaba y que a ellos se les escapaba, mientras Kramer aullaba su prepotencia. De repente, uno de los oficiales de las SS lo vio y la agarró por el brazo, pero ella se había desatado y lo abofeteó, el se cayó y, aprovechando los pocos segundos que le ofrecía el desorden, Mala se puso a hablar en francés: "Asesinos, lo vais a pagar muy pronto", y dirigiéndose a todas nosotras: "No tengáis miedo, la salida está próxima; yo sé que he sido libre, no renunciéis, no olvidéis nunca." La volvieron a colocar a toda prisa sobre la carreta y ordenaron que fuéramos encerradas en nuestros barracones. "Blocksperre!" De inmediato corrieron varias versiones sobre el modo en que finalmente la mataron; colgándola en alguna otra parte o arrojándola viva al crematorio. Durante mucho tiempo hablamos de ella. Pero no creímos en sus promesas.» (págs. 50-52)
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« J’ai vécu puisque tu voulais que je vive. Mais vécu comme je l’ai appris là-bas, en prenant les jours les uns après les autres. Il y en eut de beaux tout de même. T’écrire m’a fait du bien. En te parlant, je ne me console pas. Je détends juste ce qui m’enserre le cœur. Je voudrais fuir l’histoire du monde, du siècle, revenir à la mienne, celle de Shloïme et sa chère petite fille. »
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