lunes, 9 de noviembre de 2015

La grandeza de la vida (Dora y Franz)


Franz Kafka & Dora Diamant
"En el verano de 1923, durante una estancia a orillas del Báltico, Franz Kafka, enfermo de tubercu- losis y conocido como escritor sólo por unos pocos iniciados, conoce a la joven Dora Diamant. Kafka ha- rá lo que jamás habría imaginado: decide irse a vivir con una mujer y compartirlo todo con ella. En el Berlín de la República de Weimar, se atreve a disfrutar de una vida en común con Dora. No importan los precios, que aumentan cada día, tampoco las sucesivas mudan- zas ni el recelo de sus padres: hasta su muerte, en junio de 1924, y a excepción de unos días, Franz Kafka y Dora Diamant ya no se separarán."
La grandeza de la vida, Michael Kumpfmüller
LA GRANDEZA DE LA VIDA
Michael Kumpfmüller
[Die Herrlichkeit des Lebens, 2011]
Trad. Belén Santana López
Tusquets, 2015
«En cuestiones amorosas él sigue siendo una persona complicada, pero siempre es hermoso estar a su lado, ella se siente a gusto, no tiene prisa. Una vez, hacía poco, Dora le había dicho: Conmigo no tienes que ser tan cuidadoso, ante lo cual él se mostró sorprendido y respondió: Pero sí debo serlo conmigo; lo que parece cautela respecto a ti, no es más que cautela conmigo mismo.» (pág. 125)

«Lo más hermoso es cuando los dos están sentados en la habitación, cada uno a lo suyo, pues eso le recuerda a Berlín, las noches en las que él escribía en su presencia. El ambiente era tranquilo y denso, en cierto modo piadoso y ligero a la vez: él allí sentado, escribiendo, con la espalda inclinada sobre el escritorio como las primeras semanas, cuando ella casi se asustaba de su trabajo. Desde Praga ha llegado un ejemplar justificativo del relato de los ratones. Franz simplemente le ha mostrado el periódico donde se ha publicado, pero ella ha empezado a leerlo porque también Robert lo ha hecho y quiere saber qué opina ella. Franz ya le había hablado de los ratones. ¿Lo hizo en Berlín o fue ya desde Praga? A decir verdad, ella no quiere leer el relato, no tanto por los ratones, sino porque teme encontrarse con una verdad para la cual no está preparada, algo sobre ella y él, igual que aquella vez con la historia del topo, aunque en ese relato ella solo aparecía fugazmente. En forma de carne. Como algo que uno toma a demanda si se presenta la ocasión. Eso por entonces le había gustado, a pesar de sentir cierto sobresalto al comprobar lo sencilla que era la verdad. ¿Realmente lo era? Por suerte, este relato nuevo es muy distinto, mucho más delicado —eso le parece a ella—, contiene una leve burla respecto de Josefina, tras la que no le cuesta reconocer a Franz. En esta ocasión no hay ni rastro de ella misma, pero eso no es grave, aunque después sí resulta serlo, porque al final él está terriblemente solo, escribe sobre su muerte y sobre lo que quedará de él, a excepción de algunos recuerdos. Es lo peor que ha leído jamás. Por fortuna no hay nadie cerca, pasan muchos minutos de las once, así que allí está ella, sentada sin más, mirando hacia un futuro lejano y sin color, cuando él ya no esté, Dios mío, o tal vez ella misma, si es posible concebir semejante cosa, con la sensación inevitable de lo inútil que es todo.» (págs. 244-245)

:: Josefina la cantora o el pueblo de los ratones, Franz Kafka :: Mi vida con Franz Kafka, Dora Diamant :: Me enamoré de Kafka, Manuel Vilas (y yo) :: Lo que leo, lo cuento, Ana Blasfuemia :: Felice y Franz, J.A. Rojo ::

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