Ojo gbogbo ni t'ole, ojo kan ní t'olohum
[Cada día es del ladrón,
pero un día es para el dueño]
Proverbio yoruba
[Cada día es del ladrón,
pero un día es para el dueño]
Proverbio yoruba
TEJU COLE (Michigan, EEUU, 1975)
CADA DÍA ES DEL LADRÓN
[Every Day is for the Thief, 2007]
Trad. Marcelo Cohen
Acantilado. Barcelona, 2016
144 páginas. 16 euros
[primeras páginas]
- Javier FdC opina.
- El extraterrestre autista que aterrizó en Barcelona.
- Un placer de lectura (como con Ciudad abierta).
«La sala principal de ordenadores cuenta con luz de fluorescentes y aire acondicionado y alberga veinticuatro máquinas con conexión telefónica a internet. Una hora de conexión cuesta cien naira, unos setenta centavos de dólar. Aun en ausencia de un cuerpo regulatorio, la tarifa es notablemente uniforme en cibercafés de diferentes niveles de la ciudad. De los al menos siete que he acabado visitando, ninguno es significativamente más o menos caro que Tomsed.
La sala está casi llena. La mayoría de los clientes son jóvenes de aspecto parecido: pelo muy corto, caras magras. Llevan camisetas de manga corta y todos están entre los veinte y los cuarenta años. Después de pagarle al dependiente me siento y espero a que cargue la página del explorador. El hombre que tengo a mi lado escribe un mensaje con la técnica de un solo dedo. Pulsa una tecla, busca la siguiente, la pulsa y así sucesivamente. Es la técnica de un solo dedo lo que me llama la atención, pero cuando mi mirada se posa, no del todo por accidente, en el texto, se me corta al aliento. Las palabras que le veo escribir, transferir, estimado amigo, depositado en su cuenta en su momento, son una prueba incontrovertible: está enviando una carta 419. He topado con el origen de la mundialmente famosa basura flotante digital.
Siento como si hubiera descubierto la fuente del Nilo o el Níger. El hombre sigue tecleando como una gallina obstinada en limpiar de granos el corral. Sobre él, en la pared, hay un gran cartel amarillo con letras negras de imprenta que advierte:
A NUESTROS CLIENTES:
TOMSED CAFÉ CUENTA AHORA CON UN PROGRAMA DE SEGUIMIENTO QUE
CONTROLA TODA ACTIVIDAD RELACIONADA CON LOS 419 E INCLUYE EL E-MAIL
CORRESPONDIENTE EN NUESTRAS TERMINALES.
POR TANTO CUALQUIER USUARIO A QUIEN SE SORPRENDA EN OPERACIONES 419
SERÁ DENUNCIADO LA POLICÍA. ¡QUEDAN AVISADOS!
El hombre conoce los riesgos y sin embargo sigue arrojando la red a lo desconocido, llevado por impulsos consentidos tan frecuentemente que se han vuelto instintivos. Más tarde veo a otros con las mismas miradas furtivas, todos redactando cartas o usando los chats de Yahoo y Microsoft para pescar víctimas. Después de varios incidentes por el estilo, siento que mi escalofrío inicial en Tomsed se trueca en irritación.
Le pregunto a mi primo Muyiwa qué sabe de esta práctica. Me informa de que el punto neurálgico son las universidades, incluida la del estado de Osun donde él estudia. Para la mayoría de los estudiantes la meta es tener dinero para vivir a lo grande e impresionar en el campus. Al fraude lo llaman el diecinueve (abreviatura de 419), y a ellos los chicos yahoo o sencillamente yahoo yahoo. Si bien a menudo trabajan de día, prefieren la noche, cuando en los cafés hay descuentos. Al amparo de la noche, el yahoo yahoo puede trabajar por largo tiempo, a base de café, sin que los censores molesten.
Los yahoo yahoo están en el frente de una guerra propia en las sombras, destrozando el poco de buen nombre que aún le queda a nuestro país [Nigeria]. Su éxito depende de la credulidad de los extranjeros, que al parecer todavía abunda. En un sentido, creo, el timador y el timado se merecen uno a otro. Es una suerte de sociedad de humillación mutua. Una vez, mirando a mi derecha en un cibercafé —y pronto la lectura subrepticia se me hace habitual—, veo una carta escrita por el Presidente del Departamento Nacional de Recursos Petrolíferos. El redactor es un hombre tosco que a todas luces no preside nada. Hay otras cartas, de herederos de magnates inventados, de viudas de barones del petróleo, de representantes legales de generales encarcelados, y son muestras tan innovadoras de relatos de ficción que comprendo que Lagos es una ciudad de Sherezades. Los cuentos se despliegan en iteraciones cada vez más imaginativas y, como en el mito, los que inventan los mejores obtienen copiosas recompensas.
Largas listas de direcciones electrónicas son cortadas de una página y pegadas en otra. Los hombres manipulan las palabras con un entusiasmo y concentración de zahoríes para conducir a los lectores por senderos caprichosos y persuadirlos con una desesperación que apenas disimulan. Arrojan las redes una y otra vez, pues con que caiga una sola presa, con que haya una sola víctima, las muchas horas frente a la pantalla titilante habrán merecido la pena; el riesgo de ser pillado por la policía quedaría justificado. Un adelanto de diez mil dólares puede resolverle la situación a un yahoo yahoo varios meses; muchos apuntan a anticipos muy superiores. El motor de la industria es la codicia, y está tan descentralizado que ningún gobierno podría controlarlo. Todo esto me recuerda un poco a Los viajes de Gulliver, que leí de niño en mi escuela de Lagos. En el cuarto y último viaje, Lemuel Gulliver se inclina por la compañía de los equináceos houyhnhmms en perjuicio de una raza de criaturas zafias. A éstos, que para el gusto de Gulliver se parecen demasiado a los humanos, Swift les da el nombre de yahoos. Es una clara inversión de la sentencia de Marx sobre la historia: los yahoo yahoo han desatado una tendencia que la primera vez se manifiesta como farsa y la segunda, en Nigeria, como una suerte de tragedia.» (págs. 28-30)
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