lunes, 30 de julio de 2018

Guerra y trementina, de Stefan Hertmans


Stefan Hertmans (Gante, 1951)
GUERRA Y TREMENTINA
[Oorlog en Terpentijn, 2013]
Trad. Gonzalo Fernández Gómez
Anagrama, 2018 - 368 págs.
[una gran historia]

«Durante más de treinta años tuve guardados sin abrir los cuadernos en los que mi abuelo [Urbain Martien] dejó escritos sus recuerdos con su fabulosa caligrafía de antes de la guerra. Me los entregó en 1981. Casi se diría que su vida no había sido más que el baile de dos dígitos en una fecha. Pero en aquel espacio de tiempo el mundo vivió dos guerras, masacres humanas de dimensiones catastróficas, el siglo de mayor crueldad de la historia, el nacimiento y el declive del arte moderno, la expansión internacional de la industria del motor, la Guerra Fría, la aparición y el derrumbamiento de las grandes ideologías, el descubrimiento de la baquelita, la popularización del teléfono y el saxofón, la industrialización, el cine, el plástico, el jazz, la aviación civil, el viaje a la luna, la primera gran catástrofe ecológica, el descubrimiento de la penicilina y los antibióticos, Mayo del 68, el primer informe del Club de Roma, la música pop, la comercialización de la píldora, la emancipación de la mujer, la aparición de la televisión, los primeros ordenadores... Ese fue el telón de fondo de su larga vida como héroe de guerra olvidado. Una vida que, al confiarme aquellos cuadernos, me estaba pidiendo veladamente que contara. Una vida que abarca casi un siglo y que empezó en otro planeta. Un planeta de pequeños pueblos, caminos rurales, carrozas de caballos, lámparas de gas, jofainas, estampitas con oraciones y viejos aparadores, una época en que las mujeres eran ancianas a los cuarenta años y los curas, todavía con mucho poder, olían a puro y a ropa interior mohosa, un tiempo en que las jovencitas rebeldes pagaban sus atrevimientos con una temporada de encierro en un convento, un tiempo de seminarios superiores y decretos obispales e imperiales que empezó su larga agonía cuando Gavrilo Princip, un serbio escuálido y desaliñado, hizo saltar por los aires el sugerente espejismo de la vieja Europa con un disparo ni siquiera bien dirigido, desencadenando una catástrofe que marcaría para siempre la historia y la vida de mi abuelo, un hombre corriente de escasa estatura y ojos azules.» (págs. 22-23)

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