Javier Pérez Andújar (Sant Adrià de Besòs, 1965)
PASEOS CON MI MADRE
Tusquets, 2011 - 184 págs.
— "Escrito con verdad y emoción", Revista de Letras
— "Todo lo que dice es verdad", J. Soto Ivars
[delicioso]
«Estaba yo más cerca de los pisos de la M30 de Madrid, o de los bloques checoslovacos de Pan Tau (una serie para niños que habían pasado en la tele) o de las canastas de baloncesto y de las vallas metálicas de Harlem que se veían en el cine, estaba más cerca de todo aquel callejeo tan distante que del paseo de Gràcia o de cualquier otra calle del centro de Barcelona. Sentía más en las yemas de mis dedos las piedras del desierto de Mojave, sin saber bien dónde ubicarlo, que los jardines de la Diagonal o los maniquíes de la calle Tuset, que aún sabía menos dónde estaban ni siquiera si existían. Barcelona se concretaba en las torres apartadas y borrosas de la Sagrada Familia vistas desde nuestro balcón, más allá del río como faros del fin del mundo. Porque nosotros teníamos nuestras propias torres al lado. Las tres chimeneas de la central eléctrica, con su voltaje, que escuchábamos callados los días de humedad, su zumbido atmosférico, su apariencia de central atómica. A pesar de los muchos apagones, creíamos antes en la luz eléctrica que en la luz divina. La luz de Fecsa se iba y luego volvía como se iban y venían los hombres un rato al bar. [...] La Sagrada Familia no formaba parte de nuestra familia. De la Sagrada Familia, pensábamos nosotros, lo único sagrado eran las horas de trabajo que el edificio llevaba a cuestas.
No hay manera de estar cerca de Barcelona si antes no lo estuvieron tus antepasados. A Barcelona hay que acercársele en el tiempo. Aquí el espacio, los montes como Montjuïc, el Carmel, la Muntanya Pelada, el Turó de la Piera..., es para los que no tienen nada. En Barcelona el espacio es un eufemismo con que referirse a la especulación. [...] Nadie pertenece a Barcelona por el mero hecho de vivir en ella, ni siquiera de haber nacido en la ciudad. En Barcelona se está en el cuarto de invitados durante un par de generaciones, y luego ya se accede al cuarto de servicio. Porque de Barcelona solo se es por familia y por dinero, por riguroso orden.» (págs. 19-21, La ciudad podrida)
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