lunes, 11 de mayo de 2020

Calypso, de David Sedaris


David Sedaris (Nueva York, 1956)
CALYPSO
[Calypso, 2018]
Trad. Jorge de Cascante
Blackie Books, 2020 - 272 págs.
- Sedaris en The New Yorker
[te ríes, que ya es mucho]

«Echo la vista atrás hacia aquella época donde solo caminaba treinta mil pasos al día y pienso: "Joder, ¿cómo se puede ser tan vago?". Cuando alcanzo los treinta y cinco mil pasos, el Fitbit me manda un dibujo de una medallita, y otra cuando llego a cuarenta mil y otra más, a los cuarenta y cinco mil. Ahora rondo los sesenta mil pasos diarios, que son unos cuarenta kilómetros. Caminar esa distancia con cincuenta y siete años, los pies planos y una bolsa de basura gigante a las espaldas me lleva unas nueve horas. Es mucho tiempo, pero procuro no malgastarlo: escucho audiolibros, podcasts. Hablo con la gente. Aprendo cosas. Por ejemplo, ahora sé que antaño los granos de pimienta se vendían de uno en uno, y tenían tanto valor que la gente se cosía los bolsillos después de guardárselos, para que no se los robaran.
    Al final de mi primer día de hacer sesenta mil pasos llegué a casa, linternita en mano, teniendo muy claro que lo siguiente sería alcanzar los sesenta y cinco mil, y que no me rendiría hasta que los pies se me separaran por completo de los tobillos. Quizás incluso sin pies seguiría caminando, clavando mis tibias desnudas en el suelo una vez tras otras.
    [...] se me murió el Fitbit. Cuando le di un toquecito y vi que la pantalla seguía en negro, casi me da algo. Pero al instante me invadió una gran sensación de libertad. Era como si volviera a recuperar mi vida. Pero... ¿así era? distancias andadas 28/4 a 4/5/2020 Caminar cuarenta kilómetros, o tan solo subir y bajar las escaleras, de repente parecían actos sin sentido. Si nadie cuenta y registra todos tus pasos, ¿para qué los das? Aguanté cinco horas antes de encargar un nuevo Fitbit, con envío exprés. Me llegó al día siguiente, por la tarde. Al abrir la caja me temblaban las manos. Diez minutos más tarde, con mi nuevo amo bien ceñido a la muñeca izquierda, ya estaba saliendo a dar una vuelta, a pleno trote, casi corriendo, ansioso por recuperar el tiempo perdido.» (págs. 50-51)

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