sábado, 1 de mayo de 2021

Canción, de Eduardo Halfon


Eduardo Halfon (Guatemala, 1971)
CANCIÓN
Libros del Asteroide, 2021 - 112 págs. - inicio

- El doble viaje de EH, Manuel Hidalgo
- Personaje en busca de autor,
- Explicar Guatemala, Aloma Rodríguez
[un poco desvertebrado]

«Mis abuelos vivían en un palacio. [...] Recuerdo su aroma. Cada mañana, una sirvienta chaparra e iracunda llamada Araceli recorría la casa entera [...] sosteniendo un incensario de hojas de eucalipto. Mi hermano y yo le teníamos miedo a aquella viejita de nuestra misma altura, gritona, canosa, uniformada de negro, que siempre parecía emerger como un espectro entre una nube de humo blanco. [...] Pero la casa no sólo olía a eucalipto. Era un aroma mucho más complejo, mucho más elegante, formado también por todas las fragancias y especias que emanaban como almas desde la cocina. Allí se mantenía Berta, la cocinera que mi abuela se había robado de un restaurante de comida guatemalteca (El Gran Pavo), y a quien luego había adiestrado ella misma en el arte culinario árabe y en el arte culinario israelí (aunque seguro que la hay, yo, afortunadamente, nunca supe la diferencia). Allí freían falafel y kibbes. Horneaban bagels, pan pita, sambuseks de queso, de espinaca, de berenjena. Hacían mujaddara (jaddara, decía mi abuelo): exquisito plato de arroz y lentejas servido con cebolla frita y una salsa de yogur, pepino y hierbabuena. Hacían yapraks: hojas de parra rellenas de arroz, carne de cordero, piñones y tamarindo. Preparaban, en ocasiones muy especiales, un guiso sefardí de hervido largo y lento (veinticuatro horas), llamado jamín. Hacían yogur fresco, diferentes quesos y mermeladas. En la alacena siembre había botes llenos de rosquitas de anís, bandejas con rombos de baklavá, unos barriles de madera con las aceitunas (negras, moradas, verdes) que mi abuelo importaba de Líbano. Pero Berta, allí, en la cocina, también volvía a sus raíces guatemaltecas y hacía hilachas de carne y pollo en jocón y tamales y pepián y caquic y un maravillosamente espeso atol de elote. Y también allí, todas las noches, en una pequeña jarrilla de cobre, Berta le preparaba a mi abuelo su café turco con semillas tostadas de cardamomo, pues necesitaba él una tacita de café turco para poder dormir.» (pp. 15-17)

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