jueves, 24 de enero de 2019

Una curiosidad insaciable, de Richard Dawkins


Richard Dawkins (Nairobi, Kenia, 1941)
UNA CURIOSIDAD INSACIABLE
Los años de formación de un científico en África y Oxford

[An Appetite for Wonder. The Making of a Scientist, 2013]
Trad. Ambrosio García Leal
Tusquets (Tiempo de Memoria) 2014 - 312 págs. -
Bibl. Gracia
[no he entendido casi nada]

«Dado que los genes son potencialmente inmortales en la forma de copias fieles, la diferencia entre genes exitosos y genes fallidos ciertamente importa, porque tiene una significación a largo plazo. El mundo se va llenando de genes que son buenos a la hora de persistir, de sobrevivir durante muchas generaciones. En la práctica, esto significa que son buenos a la hora de cooperar con otros genes en el negocio de construir cuerpos que tengan lo que hay que tener para sobrevivir el tiempo suficiente para reproducirse, porque los cuerpos son los vehículos transitorios donde residen los genes, y de donde se transfieren a otros cuerpos. A lo largo de El gen egoista empleé la expresión "máquina de supervivencia" como mi manera de referirme a un organismo. Los organismos son las entidades biológicas que hacen cosas: moverse, comportarse, explorar, cazar, nadar, correr, volar, alimentar a sus retoños. Y la mejor manera de explicar todo lo que hace un organismo es presuponer que ha sido programado por los genes de los que es portador para preservar esos genes y transferirlos antes de que el propio organismo muera [...] Para la selección natural, lo que realmente cuenta es la supervivencia de los genes.» (págs. 275-276)

domingo, 20 de enero de 2019

El monarca de las sombras, de Javier Cercas


Javier Cercas (Ibahernando, 1962)
EL MONARCA DE LAS SOMBRAS
Random House, 2017 - 298 págs. - inicio
[infumable]

«—¿Qué estás pensando, Javi? - volvió a pregun-
tar mi madre.
Esta vez le dije la verdad.
—Que quizá debería escribir un libro sobre Manuel Mena —dije.
Mi madre suspiró, y en ese momento pensé que hay mil formas de contar una historia, pero sólo una buena, y vi o creí ver, con una claridad de mediodía sin sombra de nubes, cuál era la forma de contar la historia de Manuel Mena. Pensé que para contar la historia de Manuel Mena debía contar mi propia historia; o, dicho de otro modo, pensé que para escribir un libro sobre Manuel Mena debía desdoblarme: debía contar por un lado una historia, la historia de Manuel Mena, y contarla igual que la contaría un historiador, con el desapego y la distancia y el escrúpulo de veracidad de un historiador, ateniéndome a los hechos estrictos y desdeñando la leyenda y el fantaseo y la libertad del literato, como si yo no fuese quien soy sino otra persona; y, por otro lado, debía contar no una historia sino la historia de una historia, es decir, la historia de cómo y por qué llegué a contar la historia de Manuel Mena a pesar de que durante toda mi vida creí haberme hecho escritor precisamente para no escribir la historia de Manuel Mena.
—Lo que no entiendo es cómo es que todavía no has escrito ese libro.
Me giré para mirarla; ella me devolvió una mirada neutra.
—Eres escritor, ¿no?» (págs. 273-274)

jueves, 17 de enero de 2019

Relato de mi vida, de Thomas Mann

Thomas Mann (Lübeck, 1875 - Zúrich, 1955)
RELATO DE MI VIDA
[Lebensabriss, 1930]
&
Erika Mann (Múnich, 1905 – Zúrich, 1969)
EL ÚLTIMO AÑO DE MI PADRE
[Das letzte Jahr. Bericht über meinen Vater, 1958]

Trad. y notas: Andrés Sánchez Pascual
Hermida Editores, 2016 - 204 págs. - inicio
[muy interesante]
«No era la primera vez que mi mujer y yo pasábamos parte del mes de mayo en el Lido. Una serie de circustancias y de impresiones curiosas tuvo que coincidir con mi secreta búsqueda de cosas nuevas para que naciese una idea fecunda, que encontró luego su concreción bajo el título de La muerte en Venecia. Esta novela corta la había yo concebido de un modo tan poco ambicioso como ninguna otra de mis obras; la había pensado como una improvisación a la que podría dar fin con rápidez, como una simple interrupción en mi trabajo en la novela del estafador. [...] De igual manera, en La muerte en Venecia no hay inventado absolutamente nada: el paseante del cementerio norte de Múnich, el siniestro navío de Pola, el viejo presumido, el sospechoso gondolero, Tadzio y su familia, la marcha impedida por el error con el equipaje, el cólera, el sincero empleado de la oficina de turismo, el maligno saltimbanqui, o cualquier otro detalle que pudiera citarse: todo, todo estaba allí, y lo único que faltaba era colocarlo en su lugar para que mostrase, de un modo asombroso, su capacidad interpretativa dentro de la composición. Es posible que se relacione también con esto el hecho de que mientras trabajaba -con mucha lentitud, como siempre- en este relato, experimentase en algunos instantes el sentimiento de un caminar absoluto, la impresión soberana, nunca antes conocida por mí, de ser llevado en brazos. » (págs. 42-4343)

viernes, 11 de enero de 2019

El Claudio de cada uno

Claudio, the lopez Guárdame en ti
Entonces guárdame en ti
en los torrentes más secretos
que tus ríos levantan
y cuando ya de nosotros
sólo quede algo como una orilla
tenme también en ti
guárdame en ti como la interrogación
de las aguas que se marchan
Y luego: cuando las grandes aves se
derrumben y las nubes nos indiquen
que se nos fue la vida entre los dedos
guárdame todavía en ti, tenme en ti
en la brizna de aire que aún ocupe tu voz
dura y remota
como los cauces glaciares en que la primavera desciende
Raúl Zurita
  1. Claudio the López
  2. Barcelona y él, Ángeles González-Sinde
  3. Apuntes para una teoría de este editor, Rodrigo Fresán
  4. La columna que Claudio López Lamadrid rechazaría, Sergio del Molino
  5. El Claudio de Luna, Manuel, Elvira, Mercedes y Emiliano
  6. La última ciudad de Claudio López Lamadrid, Jeremías Gamboa
  7. Salve, amigo, Félix de Azúa
  8. Claudio López Lamadrid, el editor que se atrevió con América, Juan Cruz
  9. Casco, niño, moto, Miguel Aguilar
  10. El método López Lamadrid para triunfar en la edición, Elena Hevia
  11. Selfinskis con Claudio López Lamadrid, Daniel Mordzinski
  12. Claudio, Leila Guerriero
  13. El Claudio de La Central
  14. Él, Claudio, Daniel Fernández
  15. Un perfeccionista, Patricio Pron
  16. La biblioteca de Claudio, Xavi Ayén
  17. La literatura es una forma de resistencia, Pablo Raphael
  18. Nuestro hermano mayor, Rafael Gumucio
  19. “Se nos va Toti…”, Carles Geli
  20. Cuando un editor se va, Lorenzo Silva
  21. Muerte de un editor, Manuel Rodríguez Rivero
  22. Dios no tiene reloj, Jospe Maria Cortés
  23. Por Claudio, Andreu Jaume
  24. L'editor que tothom admirava, Laura Serra
  25. Claudio López Lamadrid y el espíritu generacional, Sergio Vila-Sanjuán
  26. Claudio retratado por sus "carnales", Elena Hevia
  27. "Si los editores nos moviésemos por codicia...", Rubén Díaz
  28. Entrevista en continuidaddeloslibros.com, Violeta Serrano
  29. Sencillamente, un editor, Laura Revuelta
  30. Homenaje a Claudio en el Hay Festival de Colombia
  31. A mi amigo Claudio López, el roto
  32. Claudio López contra la tragedia, Javier Cercas
  33. ¿De qué hablamos cuando hablamos de edición?, Ignacio y Claudio
  34. La cáscara y el grano, Marta Rebón
  35. Claudio habría sonreído, Jesús Ruiz Mantilla
  36. Pilar Reyes continuará

jueves, 10 de enero de 2019

Conversaciones entre amigos, de Sally Rooney


Sally Rooney (Irlanda, 1991)
CONVERSACIONES ENTRE AMIGOS
[Conversations with Friends, 2017]
Trad. Ana García Casadesús
Literatura Random House, 2018 - 332 págs. - inicio
Bibl. Vallcarca
[vivo y absorbente]

«Seguíamos en el centro, atrapados en el tráfico de los muelles del norte. Aún era pronto, pero ya había anochecido. Yo miraba por la ventanilla a los transeúntes y al velo de lluvia que se arremolinaba bajo las farolas. Le dije que, en mi opinión, lo que lo convertía en parte en un objeto de deseo irresistible era su singular pasividad. Sabía que tendría que ser yo la que te besara, dije. Y que tú nunca me besarías, lo que me hacía sentir vulnerable. Pero al mismo tiempo me hacía sentir muy poderosa, en plan, si vas a dejar que te bese, ¿qué más me dejarás hacer? Era una sensación embriagadora. No tenía claro si te tenia completamente bajo mi control o si no te controlaba en absoluto.
    ¿Y ahora qué sientes?, preguntó.
    Que tengo todo el control. ¿Te parece mal?
  Nick dijo que no le molestaba. Pensaba que era saludable para nosotros que intentáramos corregir el desequilibrio de poder, aunque añadió que no creía que fuéramos a lograrlo del todo. Le dije que Melissa lo consideraba "patológicamente sumiso", y Nick replicó que sería un error asumir que eso implicaba que no tenía ningún poder en sus relaciones con las mujeres. Me comentó que, en su opinión, el desvalimiento era a menudo una forma de ejercer el poder. Le dije que me parecía estar oyendo a Bobbi y se echó a reír. Es el mejor cumplido que un hombre puede esperar de ti, Frances.» (págs. 257-258)

domingo, 6 de enero de 2019

Saliendo de la estación de Atocha, de Ben Lerner


Ben Lerner (Kansas, 1979)
SALIENDO DE LA ESTACION DE ATOCHA
[Leaving the Atocha Station, 2011]
Trad. Cruz Rodríguez Juiz
Literatura Random House, 2013 - 198 págs. -
inicio - Bibl. Lesseps - Nadal opina
[y yo no he entendido nada]

«Mi plan consistía en aprender español leyendo las obras maestras de la literatura española y había fantaseado acerca de la naturaleza y el efecto del español aprendido así, sobre cómo su deje arcaico y su retórica formalmente acentuada chocarían con las trivialidades de la vida cotidiana y yo daría la impresión no tanto de venir de un país extranjero como de proceder de otra época; me imaginaba empleando un bello y raro giro junto a la hoguera después de que Jorge sacara la hierba y viendo las caras de los otros cuando comprendieran que no me entendían no por mi ignorancia o por mi acento, sino por el propio distanciamiento del cenit de su idioma [...] Leer poesía, si es que "leer" es la palabra, era otra cosa completamente distinta. La poesía repelía mi atención, era opaca y material y se negaba a absorberme; sus artículos y preposiciones y conjunciones no conseguían disolverse en un sentimiento y una velocidad; podías caerte en los huecos entre las palabras mientras intentabas unirlas; y, no obstante, al negarse a absorberme, el poema ofrecía la posibilidad de una forma más elevada de absorción de la que yo no era digno, una experiencia profunda inalcanzable desde la vida dañada, y así el poema devenía una figura por su exterior.» (págs. 20-22)

jueves, 3 de enero de 2019

Mamá, de Luis Antonio de Villena


Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951)
MAMÁ
Cabaret Voltaire, 2018 - 256 págs. - bibl. Joan Maragall
- 'De profundis' con madre y poeta
[me lo bebí]

«(Aún continúo deshaciendo tu casa, no sé si decir la nuestra, porque ambos figuramos como dueños aunque todo lo pagaste tú siempre en ella. Es una tarea muy dura, querida mía, alguna vez lo supusimos, pero todo lo pensado se queda atrás, junto a lo real, de veras acre. Faltan muchas cosas del ya perdido esplendor, pero todavía quedan como las ruinas de un mundo caído o perdido. Y es necesario que yo pase esa página. Que entre para bien en mi nueva y distinta vida sin ti, pero es muy terrible —aparte de la dureza física y el estrés de abogados y anticuarios de más o menos fuste— encontrar cosas tuyas en todo rincón y en casi todo momento. [...] Toda una vida y otras vidas cercanas pasan por mis manos y mi mente, mamá, y siento soledad, rareza ante mi soledad y más melancolía, yo que siempre la he tenido [...] ¿Cómo es posible tanta y tan honda soledad? [...] Ahora ya se vendió tu casa, y todo anda desperdigado entre otras dos —la que queda y la que he comprado, más barata— atestiguando un final siempre intuido, pero que siempre es otra cosa y la misma que lo que esperabas. Un año en deshacer tu casa, lo dijimos casi por decir un día y ha sido del todo exacto.)» (págs. 128-131)
«Es este (lo sé) un extraño libro. Desde luego no es mera memoria ni menos una cabal biografía de mi madre, es mejor una mezcla de relato y oración, de diálogo abrupto y de mantra que repite y se obsesiona, de cantinela que busca con vela en lo oscuro por los caminos mismos. Es una plegaria y una obsesión. No hay amor sin daño y sin éxtasis, y la parte más débil queda siempre tremendamente desamparada. Por eso el grito que resuena no es el de ella ―que descansa plácida― es mío el grito desgarrador y solitario que se oye. Estepario lobezno, tras la pérdida. Medio lírico, medio fervoroso, medio maldición, medio plegaria sumisa y dulce, este Mamá es una evocación y una oración susurrada. El recuerdo obstinado de un inigualable amor terrible, que marcó ―y marca aún― mi vida entera. Susurro, beso, letanía, aullido. Oración, al fin.»
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