«Irrumpe el sol a primera hora de esta mañana, último miércoles de este extraño febrero primaveral. No sé por qué me gusta leer a ciertos autores cuando comentan los libros de los otros. Acostumbro a hacerlo orientado en casa en dirección al sol, cuyos rayos me obligan a hacer un esfuerzo añadido para leer, aunque es un esfuerzo –no me gusta que leer me resulte siempre tan fácil- que acabo agradeciendo. Esta mañana, por ejemplo, acabo de encontrarme con un Julien Gracq fascinado ante unas líneas en las que Proust describe los pasos de Gilberte por los Campos Elíseos. El gran lector que es Gracq se detiene feliz en ese punto en el que Proust habla de la nieve sobre la balaustrada del balcón donde el sol que emerge deja hilos de oro y reflejos negros.
“Es perfecto”, comenta Gracq, “no hay nada que añadir: he aquí una cuenta saldada en toda regla con la creación, y Dios pagado con una moneda que tintinea con tanta solidez como una moneda de oro sobre la mesa del cajero”. Lo que a mí me parece que en realidad es perfecto es el comentario de Gracq. Se me ha quedado su moneda tintineando en la memoria. Y, quién sabe, tal vez también sea perfecta la mañana. Breve arrebato de alegría y de fiesta leve, gracias tan sólo a unos pocos destellos de sol y lectura. Como si hubiera iniciado una segunda vida.»
“Es perfecto”, comenta Gracq, “no hay nada que añadir: he aquí una cuenta saldada en toda regla con la creación, y Dios pagado con una moneda que tintinea con tanta solidez como una moneda de oro sobre la mesa del cajero”. Lo que a mí me parece que en realidad es perfecto es el comentario de Gracq. Se me ha quedado su moneda tintineando en la memoria. Y, quién sabe, tal vez también sea perfecta la mañana. Breve arrebato de alegría y de fiesta leve, gracias tan sólo a unos pocos destellos de sol y lectura. Como si hubiera iniciado una segunda vida.»
1 comentario:
Ha irrumpido el Sr. Vilnius (o el Sr. Matius, que tanto monta) en su Sr. blog (que para eso lo tiene) con una serie llamada Recuperación de textos.
Y la ha inaugurado con este delicioso texto que tanto me ha recordado al añorado Dietario voluble.
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