13 de noviembre de 2009
Querido John:(...) Haces referencia a mi entrevista con Kevin Rabalais para The Australian. A decir verdad, no recuerdo absolutamente nada de lo que dije. Tampoco soy capaz de acordarme de nada que haya dicho a ningún entrevistador a lo largo de los años. Centenares de conversaciones de las que no queda ni una sílaba. Y sin embargo, con las conversaciones, digamos, normales, es decir, con Siri, contigo, con cualquiera de mis amigos, colegas o parientes, soy capaz de recordar la mayor parte de lo que se ha dicho. ¿Es una entrevista en cierto modo un acto que no vale nada, un episodio anormal, una conversación que no es una conversación? Incluso a lo largo de una entrevista, tiendo a olvidar lo que acabo de decir. Las palabras salen de mi boca y luego desaparecen para siempre. ¿Es la tensión de responder a la pregunta que ahora se me plantea lo que me hace olvidar la anterior? ¿Acaso el temor a decir alguna estupidez me inhibe la capacidad de recordar? ¿Es el tedio de hablar sobre mí mismo? (...) Me parece que la memoria quizá sea algo que podríamos investigar. O bien, si resulta un tema demasiado amplio, las decepciones de la memoria. Con los más afectuosos recuerdos, Paul |
15 de diciembre de 2009
Querido Paul:Me preguntas si alguna vez he tenido la experiencia de conceder una entrevista y luego no he conseguido recordar lo que dije en ella. Pues no exactamente. Pero a menudo he sentido un aburrimiento opresivo al escucharme a mí mismo fanfarronear con los entrevistadores. En mi opinión, una verdadera conversación solo tiene lugar cuando discurre alguna clase de corriente entre los interlocutores. Y esa corriente casi nunca discurre durante las entrevistas. Estaré encantado de conversar sobre la memoria contigo en algún momento del futuro, si nos acordamos de volver sobre el tema. (...) Cordialmente, John
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sábado, 1 de diciembre de 2012
Auster vs Coetzee: Aquí y ahora, cartas 2008-2011
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1 comentario:
Aunque hay quien considera este libro como una "operación fallida", yo lo he pasado en grande leyéndolo.
Y aunque las voces estén algo impostadas, aunque se note que ellos saben que no es una escritura íntima, aunque sea una falsa correspondencia,
qué divertido es.
Más en misivas en Coetzee y Auster, carta a carta.
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