jueves, 31 de diciembre de 2015
miércoles, 30 de diciembre de 2015
Libros de 2015
- Mis dos mundos, de Sergio Chejfec
- Instrumental, de James Rhodes
- La mujer helada, Annie Ernaux
- Noches sin dormir, de Elvira Lindo
- El entenado, de Juan José Saer
- En movimiento (una vida escribiendo), de Oliver Sack
- Voces de Chernóbil. Crónica del futuro, de Svetlana Alexievich
- El sobrino de Wittgenstein, de Thomas Bernhard
- La grandeza de la vida (Dora y Franz), de Michael Kumpfmüller
- Y tú no regresaste, de Marceline Loridan-Ivens
- El coloso de Marusi (George Katsimbalis), de Henry Miller
- Marienbad électrique, de Enrique Vila-Matas
- La buena letra, de Rafael Chirbes
- Adiós a una casa de muñecas, de Claire Bloom
- A propósito de Majorana., de Javier Argüello
- El Reino, de Emmanuel Carrère
- Material rodante, de Gonzalo Maier
- Ebrio de enfermedad, de Anatole Broyard
- Cuando Kafka hacía furor, de Anatole Broyard
- Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal, de Stefano Mancuso y A. Viola
- Peregrinos de la belleza, de María Belmonte
- Libros peligrosos, de Juan Tallón
- Blanco nocturno, de Ricardo Piglia
- Navegación a la vista, de Gore Vidal
- Palimpsesto, Una memoria, de Gore Vidal
- Tiempos y cosas, de Azorín
- Solo en Berlín, de Hans Fallada
- Viajes con Heródoto, de Ryszard Kapuscinski
- La poesía de los números (y de Szymborska), de Daniel Tammet
- Y Seiobo descendió a la Tierra, de László Krasznahorkai
- Cicatriz, de Sara Mesa
- Memorias, de Balthus
- Momentos estelares de la humanidad, de Stefan Zweig
- Història universal de Paniceiros, de Xuan Bello
- Oso, de Marian Engel
- Los afectos, de Rodrigo Hasbún
- Noches insomnes, de Elizabeth Hardwick
- El camino de Ida, de Ricardo Piglia
- Diez veces siete, de Maruja Torres
- Les incerteses, de Jaume Cabré
- Nuestra hermana aguafiestas, de Ama Ata Aidoo
- A contracorriente, Escritoras a la intemperie del siglo XX, de M. Ángeles Cabré
- Vida de familia, de Akhil Sharma
- El enigma, de Jan Morris
- Cómo se escribe una novela de misterio, de Patricia Highsmith
- Hotel Insomnia, de Charles Simic
- Días sin hambre, de Delphine de Vigan
- Hombres sin mujeres (y sin gracia), de Haruki Murakami
- Sumisión, de Michel Houellebecq
- Big Time: la gran vida de Perico Vidal, de Marcos Ordóñez
- Una novela rusa, de Emmanuel Carrère
- El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, de Patricio Pron
- Viajes con Charley, en busca de EEUU, de John Steinbeck
- El libro de mis vidas, de Aleksandar Hemon
- Sa meu mare, de Pau Riba
- Sueños de trenes, de Denis Johnson
- El senyal de la pèrdua, de Maria-Mercè Marçal
- Un año, de Jean Echenoz
- El segundo avión, de Martin Amis
- Del color de la leche, de Nell Leyshon
- Blitz (relámpago), de David Trueba
- Alexis o el tratado del inútil combate, de Marguerite Yourcenar
- Medio sol amarillo, de Chimamanda Ngozi Adichie
- Una mujer en Jerusalén, de Abraham B. Yehoshúa
- Como la sombra que se va, de A. Muñoz Molina
- El amante, de Abraham B. Yehoshúa
- Por el gusto de leer, de Beatriz de Moura
- Córrer, de Jean Echenoz
- También esto pasará, de Milena Busquets
- Niveles de vida (y de dolor), de Julian Barnes
- La pell de la frontera, de Francesc Serés
domingo, 27 de diciembre de 2015
Sergio Chejfec: Mis dos mundos
MIS DOS MUNDOS Sergio Chejfec Candaya, 2008 |
INTRODUCCIÓN A MY TWO WORLDS, DE SERGIO CHEJFEC Enrique Vila-Matas |
El UNIVERSO EN FLOTACIÓN DE SERGIO CHEJFEC Luis Moreno Villamediana |
DOCTOR FINNEGANS Y MONSIEUR HIRE Enrique Vila-Matas |
miércoles, 23 de diciembre de 2015
James Rhodes: Instrumental
James Rhodes
INSTRUMENTAL
[A memoir of Madness, Medi-
cation and Music, 2015]
Trad. Ismael Attrache
Blackie Books, 2015
- El puto apocalipsis de J. Rhodes, Alberto Olmos.
- Instrumental, D. Trueba.
- La justicia británica autoriza el libro.
—¿Recuerdas la primera vez que me tocaste algo en el Steinway Hall, la Chacona? —me preguntó.
—Claro que sí. ¡Fue un momento único!
—Bueno, pues estaba pensando en eso. En cómo parlo- teabas sobre la pieza, sobre Bach, cómo contabas lo que significaba para ti; después te sentaste, la tocaste, te pusiste en pie de un respingo y propusiste tomar un café como si acabaras de hacer algo de lo más normal. Yo seguía recuperándome de una avalancha emocional bestial, y estaba pensando... ¿por qué no hacemos así el concierto? Presentas las piezas, hablas de los compositores, charlas con el público entre una y otra. Con tus propias palabras, no con esas que aparecen en el programa y que ha escrito un catedrático de Oxford, te pones lo que quieras, apagamos las luces, lo convertimos en una experiencia más informal, en una inmersión mayor. ¿Qué te parece?» (págs. 190-191)
PS: «La redención es posible, pero el precio es muy alto», entrevista de Kiko Amat en JotDown, 9/01/2016.
domingo, 20 de diciembre de 2015
miércoles, 16 de diciembre de 2015
La mujer helada, de Annie Ernaux
Annie Ernaux (Normandía, 1940)
LA MUJER HELADA
[La femme gelée, 1981]
Trad. Lydia Vázquez Jiménez
Cabaret Voltaire, 2015
Annie Ernaux en Tusquets
· Escrito a cuchillo ·
domingo, 13 de diciembre de 2015
Elvira Lindo, ¿último invierno en Nueva York?
«Brooklynitas. Habitantes de un barrio que ha terminado por convertirse en marca. Están las calles en las que parece que con más de veintiseís años eres vieja. Está esa zona en la que pulula la tribu de las chicas a lo Lena Dunham, que hace de su estudiada dejadez física e indumentaria su bandera. Están las mamás que han tomado la maternidad como dogma de fe y se entregan a ella como si la acabaran de inventar. Están los escritores que, siempre tolerantes consigo mismos, hacen compatible la idea de que son diferentes por vivir en Brooklyn con el hecho de habitar en la zona en que más literatos hay por metro cuadrado en Estados Unidos. Todos ellos viven en la creencia de habitar en un pueblo, porque aún se puede entrar en un café y pasar la mañana sin que le presionen a uno para que siga consumiendo o se largue. Está la clase trabajadora también, pero se ha ido quedando en los márgenes, porque los nuevos brooklynitas la han ido desplazando. Persiste el viejo Brooklyn en el carácter de sus hileras de casa de piedra roja, que tan asombrosamente resistieron la sacudida de la especulación, pero ya no es aquel barrio de obreros italianos, judios, irlandeses que soñaban con vivir algún día en Manhattan.
Están los hipsters, por supuesto, pálidos, barbados, carentes de músculo, amantes de la lentitud, ciclistas, medio amish medio pioneros, su estética rescatada de otro tiempo. Adictos a la tecnología Apple, al té verde o matcha, al kale, a la indumentaria de segunda mano o a la ropa nueva que parece vintage, al pollo orgánico o al veganismo. Transitan por una Quinta avenida alternativa de un barrio que quiere ser ciudad de provincias. Esta noche, recién llegada de otro de mis paseos por Brooklyn, he hecho de pronto una conexión reveladora al ver a un ortodoxo frente a un escaparate de Prada. La estética del hipster se inspira en la ortodoxia judía, en los cuáqueros, en los amish, Hay un toque religioso en su barbada palidez. » (págs. 170-173)
Están los hipsters, por supuesto, pálidos, barbados, carentes de músculo, amantes de la lentitud, ciclistas, medio amish medio pioneros, su estética rescatada de otro tiempo. Adictos a la tecnología Apple, al té verde o matcha, al kale, a la indumentaria de segunda mano o a la ropa nueva que parece vintage, al pollo orgánico o al veganismo. Transitan por una Quinta avenida alternativa de un barrio que quiere ser ciudad de provincias. Esta noche, recién llegada de otro de mis paseos por Brooklyn, he hecho de pronto una conexión reveladora al ver a un ortodoxo frente a un escaparate de Prada. La estética del hipster se inspira en la ortodoxia judía, en los cuáqueros, en los amish, Hay un toque religioso en su barbada palidez. » (págs. 170-173)
jueves, 10 de diciembre de 2015
el disputado voto (por correo) del 20d
:: Animalistas (PACMA) :: Ciutadans (C's) :: Comunistas (PCPC) :: Democràcia i Llibertat (DL) ::
En comú PODEM :: Esquerra Republicana (ERC-CATSÍ) :: Populares (PP) :: Recortes cero (Verdes) :: Socialistas (PSC-PSOE) :: Unió (UDC) :: UPYD ::
PS1: en 2008 se elegía entre 32 partidos y este año entre 11.
PS2: por si sirviera para despejar alguna duda: polétika.org.
martes, 8 de diciembre de 2015
sábado, 5 de diciembre de 2015
martes, 1 de diciembre de 2015
Juan José Saer: El entenado
JUAN JOSÉ SAER (1937-2005)
EL ENTENADO (1983)
Rayo Verde, mayo 2015
[primeras páginas]
192 págs. | 16 €
‘El entenado’, una novela total
lunes, 30 de noviembre de 2015
domingo, 29 de noviembre de 2015
"La escritura no es acerca de algo, es algo en sí mismo"
DEL DISCURSO DE RECEPCIÓN DEL PREMIO FIL DE LITERATURA 2015 OTORGADO A
ENRIQUE VILA-MATAS (GUADALAJARA, MÉXICO):
ENRIQUE VILA-MATAS (GUADALAJARA, MÉXICO):
«[...] he venido a hablarles del futuro, que para mí durante años ha sido algo que llegaba como llegó el rock el año en que nací, con aquella reposada lentitud de lo verdaderamente imprevisto [...] desde siempre he escrito en la necesidad de encontrar escrituras que nos interroguen desde la estricta contemporaneidad, en la necesidad de encontrar estructuras que no se limiten a reproducir modelos que ya estaban obsoletos hace cien años [...] es tal mi costumbre de buscar nuevas escrituras que voy a decirles ahora, no cómo escribo, sino cómo me gustaría escribir; y recurro para ello a Robert Walser, aquel escritor suizo al que Christopher Domínguez Michael llamó en cierta ocasión “mi héroe moral” [...] parece que Walser se vio realmente liberado de sí mismo el día en que hizo un viaje nocturno en globo, un viaje sobre una Alemania dormida en la oscuridad [...] “subieron a la barquilla, a la extraña casa, tres personas y soltaron las cuerdas de sujeción, y el globo voló lentamente hacia lo alto”, escribió Walser, el paseante por excelencia, un caminante que en realidad había nacido para ese recorrido silencioso por el aire, pues siempre en todos sus trabajos en prosa, quiso alzarse sobre la pesada vida terrestre, desaparecer suavemente y sin ruido hacia un reino más libre [...] me gustaría escribir alzándome sobre la pesada vida terrestre; pero en caso de lograrlo, ¿coincidirían mis itinerarios con los trayectos nocturnos que sospecho que seguirá la novela en el futuro? [...] a principios de este siglo, aún habría dicho que sí, que algunos recorridos coincidirían [...] quizás entonces aún era optimista, porque me sentía aliado con estas líneas de Borges: “¿qué soñará el indescifrable futuro? Soñará que Alonso Quijano puede ser don Quijote sin dejar su aldea y sus libros” [...] pensaba que en las novelas por venir no sería necesario dejar la aldea y salir al campo abierto porque la acción se difuminaría en favor del pensamiento [...] una prosa brumosa y compacta, estilo Sebald [...] ese tipo de prosa compacta en la que el autor disolvía las fronteras entre los géneros, haciendo que desaparecieran los índices y los textos consistieran en fragmentos unidos por una estructura de unidad perfecta; una prosa a cuerpo descubierto, la prosa del nuevo siglo [...] pensaba que en ese siglo se cedería el paso a un tipo de novela ya felizmente instalada en la frontera; una novela en la que sin problemas se mezclarían lo autobiográfico con el ensayo, con el libro de viajes, con el diario, con la ficción pura, con la realidad traída al texto como tal; pensaba que iríamos hacia una literatura acorde con el espíritu del tiempo, una literatura mixta, donde los límites se confundirían y la realidad podría bailar en la frontera con la ficción, y el ritmo borraría esa frontera [...] le preguntaron a Roberto Bolaño qué novelas serían las que veríamos en el futuro [...] y Bolaño respondió literalmente que una novela que sólo se sostiene por el argumento —con un formato más o menos archiconocido, pero no archiconocido en este siglo, sino ya en el XIX— es un tipo de novela que se acabó [...] “se va a seguir haciendo y, además, va a seguir haciéndose durante muchísimo tiempo”, dijo Bolaño, “pero esa novela ya está acabada, y no está acabada porque yo lo diga, está acabada desde hace muchísimos años [...] después de La invención de Morel no se puede escribir una novela así, en donde lo único que aguanta el libro es el argumento, en donde no hay estructura, no hay juego, no hay cruce de voces” [...] creía que se abriría paso ese arte difícil y que espectadores y lectores devendrían artistas y poetas; y creía que surgirían libros, donde la forma fuera el contenido y el contenido fuera la forma [...] su escritura no es acerca de algo, es algo en sí mismo [...] los novelistas engendran obras discursivas porque se centran en hablar sobre las cosas, sobre un asunto, mientras que el arte auténtico no hace eso: el arte auténtico es la cosa y no algo sobre las cosas: no es arte sobre algo, es el arte en sí [...] por eso me gustaban más Bouvard y Pecuchet y Finnegans Wake, las obras imperfectas que se abren paso en Flaubert y Joyce después de sus grandes obras, Madame Bovary y Ulises, respectivamente; veía en esas obras desatadas e imperfectas caminos geniales hacia el futuro; creía que todos devendríamos artistas y poetas, pero luego las cosas se torcieron y [...] ahora triunfa la corriente de aire, siempre tan limitada, de los novelistas con tendencia obtusa al “desfile cinematográfico de las cosas”, por no hablar de la corriente de los libros que nos jactamos groseramente de haber leído de un tirón [...] mi biografía va del nacimiento del rock and roll a los atentados de este noviembre en París [...] he podido seguir los pasos de George Didi-Huberman en el momento de abrir la puerta de una habitación de hospital en París, y he entrado con él en el cuarto de Simon, un joven de 33 años gravemente herido en la columna vertebral por una bala de Kalachnikov en el atentado de Charlie Hebdo; en ese cuarto, este superviviente, nos dice Didi-Huberman, “trabaja para vivir”; su cuerpo lentamente se pone en movimiento y él está intentando levantarse, literalmente elevarse, para volver a ser [...] desde ese cuarto de hospital francés he pensado en los emigrantes de la guerra de Siria que, después de haber arriesgado la vida, ponen pie en tierra en una isla del Mediterráneo, y luego lentamente se van alzando, se van elevando, también para sentir que vuelven a ser [...] y al pensar en ellos he oído el eco de las voces de los supervivientes que nos hablan en el documento de Svetlana Alexievitch sobre Chernóbil [...] el libro no trata tanto de la catástrofe general como del mundo después de esa catástrofe; el libro habla de cómo la gente se adapta a la nueva realidad [...] esa realidad que ya ha sucedido, pero aún no se percibe del todo, pero está aquí ya, entre todos nosotros, susurra el coro trágico [...] y lo que dicen las voces de Chernóbil, el gran coro, es el futuro» [extracto de EL FUTURO, discurso de Enrique Vila-Matas en la recepción del premio FIL de Literatura 2015]
jueves, 26 de noviembre de 2015
lunes, 23 de noviembre de 2015
Oliver Sacks: En movimiento (una vida escribiendo)
«De niño me llamaban Tintero, y a mis setenta años todavía parece que siempre voy manchado de tinta.
Comencé a llevar un diario cuando tenía catorce años, y la última vez que los conté había llegado casi a mil. Los tengo de todas las formas y tamaños, desde esos pequeños de bolsillo que llevo conmigo, hasta enormes tomos. Siempre guardo un cuaderno junto a la cama, para anotar mis sueños y también mis reflexiones nocturnas, y procuro tener uno junto a la piscina, o cuando nado en un lago o en la playa; nadar también suele producir muchos pensamientos que debo anotar, sobre todo si se presentan, como ocurre en ocasiones, en forma de frases o párrafos enteros.
Cuando escribía Con una sola pierna, extraía mucho material de los detallados diarios que había llevado como paciente en 1974. También el Diario de Oaxaca se basaba en gran medida en mis cuadernos escritos a mano. Pero lo más habitual es que casi nunca repase los diarios que he llevado durante gran parte de mi vida. El acto de escribir es suficiente en sí mismo; sirve para clarificar mis pensamientos y sentimientos. El acto de escribir es una parte integral de mi vida mental; las ideas surgen y cobran forma en el acto de escribir.
Mis diarios no están escritos para los demás, y yo tampoco los consulto casi nunca, pero son una forma especial e indispensable de hablar conmigo mismo.
La necesidad de pensar en papel no se limita a los cuadernos. Se extiende a los dorsos de los sobres, a los menús, a cualquier trozo de papel que tenga a mano. Y a menudo transcribo frases que me gustan, las escribo o las mecanografío en trozos de papel de vivos colores y las pego en un tablón de corcho. Cuando vivía en City lsland, mi despacho estaba lleno de citas, unidas con anillas de encuadernar que colgaba de las barras de las cortinas que había sobre mi escritorio.
La correspondencia es también una parte importan- tísima de vida. Por lo general, me encanta escribir y recibir cartas —es una comunicación con otras personas, con personas concretas—, y a menudo me siento capaz de escribir cartas cuando no puedo escribir, signifique lo que signifique Escribir (con mayúsculas). Guardo todas las cartas que recibo, y también una copia de las mías. Ahora, al intentar reconstruir partes de mi vida —como por ejemplo la época fundamental y pródiga en experiencias de cuando llegué a Estados Unidos en 1960—, estas cartas constituyen un gran tesoro, un correctivo a los engaños de la memoria y la fantasía.
Una gran parte de lo que he escrito han sido mis notas clínicas... y durante muchos años. Con una población de quinientos pacientes en el Beth Abraham, trescientos residentes en el hogar de las Hermanitas de los Pobres, y miles de pacientes externos e internos en el Hospital Estatal del Bronx, he escrito más de mil anotaciones al año durante muchas décadas, y me ha encantado; mis notas son prolijas y detalladas, y otros han dicho que a veces se leen como si fueran una novela.
Para bien o para mal, soy un narrador. Sospecho que esta afición a las historias, a la narrativa, es una inclinación humana universal, que tiene que ver con el hecho de poseer un lenguaje, una conciencia del yo, y una memoria autobiográfica.
El acto de escribir, cuando ocurre con fluidez, me proporciona un placer, una dicha incomparables. Me lleva a otro lugar —da igual cuál sea el tema— en el que me hallo totalmente absorto y ajeno a pensamientos, preocupaciones y obsesiones que puedan distraerme, incluso al paso del tiempo. En esos raros y celestiales estados mentales puedo escribir sin parar hasta que ya no veo el papel. Sólo entonces me doy cuenta de que ha anochecido y me he pasado el día escribiendo.
A lo largo de mi vida he escrito millones de palabras, pero el acto de escribir me sigue pareciendo algo tan nuevo y divertido como cuando empecé, hace casi setenta años.» (págs. 430-432)
Comencé a llevar un diario cuando tenía catorce años, y la última vez que los conté había llegado casi a mil. Los tengo de todas las formas y tamaños, desde esos pequeños de bolsillo que llevo conmigo, hasta enormes tomos. Siempre guardo un cuaderno junto a la cama, para anotar mis sueños y también mis reflexiones nocturnas, y procuro tener uno junto a la piscina, o cuando nado en un lago o en la playa; nadar también suele producir muchos pensamientos que debo anotar, sobre todo si se presentan, como ocurre en ocasiones, en forma de frases o párrafos enteros.
Cuando escribía Con una sola pierna, extraía mucho material de los detallados diarios que había llevado como paciente en 1974. También el Diario de Oaxaca se basaba en gran medida en mis cuadernos escritos a mano. Pero lo más habitual es que casi nunca repase los diarios que he llevado durante gran parte de mi vida. El acto de escribir es suficiente en sí mismo; sirve para clarificar mis pensamientos y sentimientos. El acto de escribir es una parte integral de mi vida mental; las ideas surgen y cobran forma en el acto de escribir.
Mis diarios no están escritos para los demás, y yo tampoco los consulto casi nunca, pero son una forma especial e indispensable de hablar conmigo mismo.
La necesidad de pensar en papel no se limita a los cuadernos. Se extiende a los dorsos de los sobres, a los menús, a cualquier trozo de papel que tenga a mano. Y a menudo transcribo frases que me gustan, las escribo o las mecanografío en trozos de papel de vivos colores y las pego en un tablón de corcho. Cuando vivía en City lsland, mi despacho estaba lleno de citas, unidas con anillas de encuadernar que colgaba de las barras de las cortinas que había sobre mi escritorio.
La correspondencia es también una parte importan- tísima de vida. Por lo general, me encanta escribir y recibir cartas —es una comunicación con otras personas, con personas concretas—, y a menudo me siento capaz de escribir cartas cuando no puedo escribir, signifique lo que signifique Escribir (con mayúsculas). Guardo todas las cartas que recibo, y también una copia de las mías. Ahora, al intentar reconstruir partes de mi vida —como por ejemplo la época fundamental y pródiga en experiencias de cuando llegué a Estados Unidos en 1960—, estas cartas constituyen un gran tesoro, un correctivo a los engaños de la memoria y la fantasía.
Una gran parte de lo que he escrito han sido mis notas clínicas... y durante muchos años. Con una población de quinientos pacientes en el Beth Abraham, trescientos residentes en el hogar de las Hermanitas de los Pobres, y miles de pacientes externos e internos en el Hospital Estatal del Bronx, he escrito más de mil anotaciones al año durante muchas décadas, y me ha encantado; mis notas son prolijas y detalladas, y otros han dicho que a veces se leen como si fueran una novela.
Para bien o para mal, soy un narrador. Sospecho que esta afición a las historias, a la narrativa, es una inclinación humana universal, que tiene que ver con el hecho de poseer un lenguaje, una conciencia del yo, y una memoria autobiográfica.
El acto de escribir, cuando ocurre con fluidez, me proporciona un placer, una dicha incomparables. Me lleva a otro lugar —da igual cuál sea el tema— en el que me hallo totalmente absorto y ajeno a pensamientos, preocupaciones y obsesiones que puedan distraerme, incluso al paso del tiempo. En esos raros y celestiales estados mentales puedo escribir sin parar hasta que ya no veo el papel. Sólo entonces me doy cuenta de que ha anochecido y me he pasado el día escribiendo.
A lo largo de mi vida he escrito millones de palabras, pero el acto de escribir me sigue pareciendo algo tan nuevo y divertido como cuando empecé, hace casi setenta años.» (págs. 430-432)
Oliver Sacks en castellano
:: Alucinaciones :: Con una sola pierna :: Despertares :: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero :: El tío Tungsteno :: En movimiento :: La isla de los ciegos al color :: Los ojos de la mente :: Migraña :: Musicofilia :: Un antropólogo en Marte :: Veo una voz ::
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