lunes, 31 de agosto de 2015
viernes, 28 de agosto de 2015
Ella es la lectora (Ricardo Piglia, Blanco nocturno)
RICARDO PIGLIA
BLANCO NOCTURNO
Anagrama, 2010
[fragmento]
[esta vez, no]
RP Premio Formentor 2015
J. Carrión en Letras Libres
—A mí me gusta Moby Dick.
—Sí, me imagino… A vos te sacan los libros y quedás en bolas. Mi madre es igual, sólo está tranquila si está leyendo… Cuando deja de leer, se pone neurasténica.
—Loca cuando no lee y no loca cuando lee…
—¿La ves ahí…?, ¿ves la luz prendida…?
Había un pabellón del otro lado del jardín, con dos grandes ventanales iluminados en los que se veía una mujer con el pelo blanco atado, leyendo y fumando en un sillón de cuero. Parecía estar en otro mundo. De pronto se quitó los anteojos, levantó la mano derecha y buscó atrás, a tientas, en un estante de la biblioteca que no se alcanzaba a ver, un libro azul, y luego de poner la página contra la cara, volvió a calzarse las gafas redondas, se arrellanó en el alto sillón y siguió leyendo.
—Lee todo el tiempo —dijo Renzi.
—Ella es la lectora —dijo Sofía. [...]
—¿Y qué lee? —preguntó Emilio.
—Novelas —dijo Sofía—. Llegan en grandes paquetes una vez por mes las entregas para mi madre, las encarga por teléfono y siempre lee todo lo que ha escrito un novelista que le interesa. Todo Giorgio Bassani, todo Jane Austen, todo Henry James, todo Edith Wharton, todo Jean Giono, todo Carson McCullers, todo Ivy Compton-Burnett, todo David Goodis, todo Aldous Huxley, todo Alberto Moravia, todo Thomas Mann, todo Galdós. Nunca lee novelistas argentinos porque dice que esas historias ya las conoce.» (págs. 186 y 200)
[...]
«—Mi madre dice que leer es pensar —dijo Sofía—. No es que leemos y luego pensamos, sino que pensamos algo y lo leemos en un libro que parece escrito por nosotros pero que no ha sido escrito por nosotros, sino que alguien en otro país, en otro lugar, en el pasado, lo ha escrito como un pensamiento todavía no pensado, hasta que por azar, siempre por azar, descubrimos el libro donde está claramente expresado lo que había estado, confusamente, no pensado aún por nosotros. No todos los libros, desde luego, sino ciertos libros que parecen objeto de nuestro pensamiento y nos están destinados. Un libro para cada uno de nosotros. Hace falta, para encontrarlo, una serie de acontecimientos encadenados accidentalmente para que al final uno vea la luz que, sin saber, está buscando.» (pág. 251)
martes, 25 de agosto de 2015
Navegación a la vista, gustosa segunda memoria de Gore Vidal
GORE VIDAL (1925-2012)
Navegación a la vista
[Point to Point Navigation, 2006]
Trad. Aurora Echevarría
DEBOLSILLO, 2009
[inicio]
domingo, 23 de agosto de 2015
Palimpsesto, prolija primera memoria de Gore Vidal
GORE VIDAL (1925-2012)
Una memoria
[Palimpsest: a memoir, 1995]
Trad. Richard Guggenheimer
Mondadori, 1999
Alabé a Victor ante el productor como el hombre que había convertido a William Faulkner en un superventas. Dado que el productor no había oído hablar de Faulkner no creo que estuviese muy impresionado; luego se marchó.
—¿Sabes, Gore? —me confesó Victor de pronto—, es cierto lo que has dicho. Yo le convertí en un superventas y todo eso. Como lo hice contigo también, y con muchos otros; pero lo peor de todo fue lo que más tardamos en descubrir, y siempre lo mantuve en secreto.
Bajó la voz.
—El contenido de una edición de bolsillo no significa nada. Es la portada lo que vende. Lo sospeché por primera vez cuando Absalom: Absalom vendió más que Santuario. ¿Cómo puede ser eso? Absalom es prácticamente ilegible. De modo que cambié las portadas. Le puse una erótica a Santuario y una distinguida a Absalom. Santuario se disparó. Realmente todo se basaba en la presentación. Te agradecería que no lo comentases con demasiados editores.» (pág. 294)
· "Un libro aburrido, sin gracia [...] y que resulta soporífero", Lola Diehl en Artes hoy.
· Los frutos amargos de la dulce ira, Patricio Pron, RdL.
· Mucho mejor Navegación a la vista, gustosa segunda memoria de Gore Vidal.
martes, 18 de agosto de 2015
Azorín: Tiempos y cosas
José Martínez Ruiz
AZORÍN
RETRATO DE JUVENTUD
(de un hombre fiero)
AZORÍN (1873-1967)
TIEMPOS Y COSAS
Colección RTV, 76
Biblioteca Básica Salvat, 1970
[María Rosario]
Yo los miro todos —ingleses, franceses, alemanes, italianos—, puestos sobre el ancho tablero. Acaso voy a coger alguno; tal vez voy a pensar que también los periódicos extranjeros dicen siempre lo mismo. Pero esta nebulosa del pensamiento no llega a condensarse en mi cerebro... En la mesa inmediata, allá en un extremo, en la semioscuridad grata de la sala, he visto un busto femenino, inclinado sobre una blanca hoja. Yo experimento un pequeño sobresalto... ¿será esto todo lo bueno del mundo que yo iba buscando?» (de IMPRESIONES DEL ATENEO, págs. 27-28)
domingo, 16 de agosto de 2015
jueves, 13 de agosto de 2015
Hans Fallada: Solo en Berlín
¡La Guerra de Hitler
es la muerte de los trabajadores!
Elise y Otto Hampel
Hans Fallada
SOLO EN BERLÍN
[Jeder stirbt für sich allein, 1946]
Trad. Rosa Pilar Blanco
[una obra maestra]
Maeva, 2011
552 págs. | 7 €
Hans Fallada (1893-1947)
—La primera frase de nuestra primera postal dirá: "Ma- dre: El Führer ha matado a mi hijo...."
Anna volvió a estremecerse. Había algo tan infausto, tan tétrico, tan decidido en esas palabras que Otto acababa de pronunciar... En ese instante comprendió que con esa primera frase él había declarado una guerra eterna y comprendió también de manera confusa lo que eso significaba: guerra entre ellos dos, unos pobres, pequeños, insignificantes trabajadores que con una palabra podían ser borrados para siempre, y al otro lado el Führer, el Partido, con su enorme aparato de poder y su esplendor y tres cuartas partes, incluso cuatro quintas partes del pueblo alemán detrás. ¡Y ellos dos allí solos, en esa reducida habitación de la calle Jablonski!
Mira hacia el hombre. Mientras ella piensa todo eso, él ha llegado a la tercera palabra de la primera frase. Traza con infinita paciencia la «F» de Führer.
—¡Déjame escribir a mí, Otto! —le ruega—. Lo haré mucho más deprisa.
Primero él suelta un gruñido. Pero luego se lo explica.
—Tu letra —le dice—. Más tarde o más temprano nos pillarían por tu letra. Ésta es una escritura caligráfica, son caracteres lapidarios... lo ves, una especie de letras de imprenta...
Vuelve a enmudecer, continúa escribiendo. Sí, así se lo había imaginado. No cree haber olvidado nada. Conocía esa escritura caligráfica por los diseños de muebles de los interioristas, nadie notará en una letra así de quién procede. Como es natural, con las manos de Otto Quangel, poco acostumbradas a escribir, sale muy basta y maciza. Pero no importa, no lo delatará. Es más bien algo bueno, porque así la postal adquiere una cualidad de cartel que llama inmediatamente la atención. El hombre prosigue su labor con paciencia.
Anna también se ha armado de paciencia. Comienza a hacerse a la idea de que será una guerra larga. Ahora se ha calmado en su interior, Otto lo ha pensado todo, Otto es de fiar, siempre, siempre. ¡Qué bien lo ha pensado! La primera postal de esa guerra tiene su origen en el hijo caído, habla de él. Un día tuvieron un hijo, el Führer lo ha asesinado y ahora escriben postales. Un nuevo período de la vida. Exteriormente nada ha cambiado. Tranquilidad en el hogar de los Quangel. Por dentro todo ha sufrido cambios radicales, ha empezado una guerra...
Saca su cesto de costura y empieza a zurcir calcetines. De vez en cuando mira a Otto, que pinta sus letras despacio, sin acelerar nunca el ritmo. Casi después de cada letra estira el brazo, coloca la postal ante sus ojos y la contempla con los ojos entornados. Luego asiente.
Por fin le enseña la primera frase terminada. Muy grande, ocupa una línea y media de la postal.
—¡No te cabrá mucho en una postal así! —comenta ella.
—¡Lo mismo da! ¡Pienso escribir todavía muchas pos- tales como ésta! —le contesta. —Una postal de esas requiere mucho tiempo.
—Escribiré una, más adelante quizá dos cada domingo. La guerra todavía no ha terminado, los asesinatos no tienen fin.» (págs. 168-169)
lunes, 10 de agosto de 2015
Kapuscinski viaja (y reflexiona) con Heródoto
«Allí en Argel, después de varios años de ejercer de reportero, empecé a darme cuenta de que iba por un camino equivocado. El camino de la búsqueda de imágenes espectaculares, de la ilusión de que es posible escudarse en la imagen para sustituir con ella el intento de penetrar más profundamente en la comprensión de la realidad, de que es posible explicarla tan sólo a través de lo que la imagen tiene a bien mostrar en los momentos de las convulsiones espasmódicas del mundo, cuando lo sacuden disparos y explosiones, cuando se llena de fuego y humo, de polvo y olor a chamusquina, cuando todo se desmorona no dejando piedra sobre piedra y sobre los cascotes se sientan personas desesperadas inclinándose sobre los cuerpos sin vida de sus allegados.
Pero, ¿cómo se ha producido tamaña tragedia? ¿Qué revelan estas escenas de aniquilación, llenas de gritos y de sangre? ¿Qué fuerzas subterráneas e invisibles al tiempo que poderosas e indómitas las han desencadenado? ¿Revelan el final de un proceso o, por el contrario, su inicio? ¿No augurarán acaso más conflictos y nuevos actos cargados de tensión? ¿Y quién se encargará de seguirlos? No lo haremos nosotros, los corresponsales y reporteros, pues apenas en el lugar de los hechos entierren a los muertos, apenas retiren de las calles los coches quemados y barran los cristales rotos, enseguida recogeremos nuestros bártulos para marcharnos allí donde se incendian coches, se hacen añicos los cristales de las vitrinas y se cavan tumbas para los muertos.
¿No sería posible salirse de este estereotipo, de esta sucesión de imágenes, para intentar llegar más allá? Al no poder escribir sobre tanques, coches quemados y escaparates rotos —pues no vi nada de esto—, y queriendo al mismo tiempo justificar mi arbitraria decisión de emprender aquel viaje, empecé a buscar el trasfondo y los resortes del golpe, intentando averiguar lo que escondía y qué significaba, para lo cual me puse a hablar con la gente, a observar sus rostros y comportamientos, a escrutar el lugar y, también, a leer; y todo con el fin —en una palabra— de intentar comprender algo.» (págs. 254-255)
Ryszard Kapuscinski Viajes con Heródoto [Podróze z Herodotom, 2004] Trad. Agata Orzeszek Anagrama, 2007 "El sentido de la vida es cruzar fronteras" |
viernes, 7 de agosto de 2015
martes, 4 de agosto de 2015
László Krasznahorkai: Y Seiobo descendió a la Tierra
László Krasznahorkai
Y Seiobo descendió a la Tierra
[Seiobo járt odalent, 2008]
Trad. Adan Kovacsics
Acantilado, 2015
[Inicio]
Portnoy fascinado
[yo no he entendido nada]
sábado, 1 de agosto de 2015
Sara Mesa: Cicatriz
SARA MESA (Madrid, 1976)
Cicatriz
Anagrama, 2015
194 págs | 16,90 € | curioso
Sara en La cueva del erizo
¿De verdad crees que la atracción de Larsen por la mujer de Gálvez es en realidad una muestra más de su desprecio? ¿Podrías profundizar en eso que has dicho del desasosiego que te crea Juntacadáveres? ¿En serio te ha defraudado Jung? ¿Sabrías explicarme por qué? No digas simplemente que te defrauda algo sin profundizar en ello. Has de intentar siempre bucear en tus afirmaciones. Si no sabes de dónde vienen, si no sabes sostenerlas con un razonamiento, entonces deberías revisarlas. Haz caso a Proust y adéntrate siempre en tu intuición.» (págs. 24 y 25)
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