sábado, 26 de septiembre de 2015

Anatole Broyard (y 2): Ebrio de enfermedad


ANATOLE BROYARD
Ebrio de enfermedad
y otros escritos de vida y muerte
[Intoxicated by my Illness, 1992]
Prólogo de OLIVER SACKS
Trad. MIGUEL MARTÍNEZ-LAGE
La Uña Rota, 2013
184 págs. | 16 €



Anatole Broyard (1920-1990)

«Yo no soy médico, e incluso en calidad de paciente soy un mero principiante. En cambio, soy un crítico, y al estar críticamente enfermo pensé que podría aceptar el retruécano y volverlo sobre mi situación. Mi experiencia inicial de la enfermedad fue la de una serie de sacudidas sin relación unas con otras, e instintivamente pensé que lo primero que debía hacer era tratar de controlarla dándole la forma de una narración. En las situaciones de emergencia siempre inventamos relatos. Describimos lo que está pasando como si así pudiéramos poner coto a la catástrofe. Cuando se enteró la gente de que yo estaba enfermo, me inundaron con relatos de sus propias enfermedades, así como de los casos vividos por amigos suyos. El relato, la narración, parece ser una reacción natural a la enfermedad. La gente sangra relatos, y yo me he convertido en un banco de sangre de relatos.
  El paciente ha de empezar por tratar su enfermedad no como un desastre, un motivo para la depresión o el pánico, sino como un relato. Los relatos son anti- cuerpos contra la enfermedad y el dolor.» (pág. 42)


«Para un médico típico, mi enfermedad es un incidente rutinario que se encuentra en su ronda, mientras que para mí es la crisis de mi vida. Me sentiría mejor si tuviese un médico que al menos percibiera esta incongruencia. No le pido que me ame; de hecho creo que el papel del amor está sumamente exagerado en muchos de los escritores que se han ocupado de la enfermedad. Los enfermos pueden acabar hartos de un amor que hay que comprar para la ocasión, como las flores o los caramelos que se llevan al hospital. [...] Para un enfermo crítico, el amor puede empezar a recordarle a un anestésico. En una novela de Joy Williams que se titula Estado de gracia, un personaje dice así: "Tiene que haber algo más allá del amor. Y yo quiero llegar allí". El enfermo ha llegado allí. Se encuentra en un punto en el que lo que más desea de los demás no es amor, sino un entendimiento y una apreciación críticos de su situación, lo que se conoce en la literatura de la enfermedad como "testimonio empático".» (págs. 72-73)


«Philippe Ariès, en su libro El hombre ante la muerte, dice que hay muertes buenas, muertes bellas, muertes indómitas, muertes domadas. Yo quiero una muerte indómita, bella. Así, pienso que deberíamos tener un concurso en la muerte, como un concurso de disfraces de Halloween. Si tienes que morir, y espero que no, creo que deberías intentar morir con la muerte más bella que puedas. Otorguemos un premio a la muerte más bella. Podemos llamarlo cielo.» (pág. 98)

2 comentarios:

valores terapéuticos del estilo dijo...

"El género de la enfermedad tendría que contar con un crítico literario -además de o en respuesta a Susan Sontag- que hablase en defensa de los valores terapéuticos del estilo, pues me parece que cualquier persona seriamente enferma ha de desarrollar un estilo propio de cara a su enfermedad. Creo que sólo si insiste uno en su estilo podrá salvarse del momento en que se desenamore de sí mismo cuando la enfermedad pretenda disminuirlo o desfigurarlo. A veces, la vanidad es lo único que nos mantiene vivos, y el estilo de cada cual es el instrumento del que se sirve su vanidad. Tal vez no sea la muerte lo que tememos, sino más bien la disminución del propio yo a ojos vista."

entendería qué se siente siendo yo dijo...

"Mi médico ideal se parecería a Oliver Sacks. Me imagino al doctor Sacks entrando en mi condición de enfermo, mirándola en derredor, desde dentro, como un casero amable, con un inquilino, tratando de ver la manera de que el inmueble sea más grato de habitar. Miraría en derredor llevándome de la mano y entendería qué se siente siendo yo. Trataría entonces de hallar alguna ventaja en la situación. Es capaz de convertir las desventajas en ventajas. El doctor Sacks sabría ver el genio de mi enfermedad. Mezclaría su daimon con el mío. Juntos lucharíamos contra mi destino, como Rupert y Birkin en la escena de la biblioteca, en Mujeres enamoradas, de D. H. Lawrence."

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