jueves, 19 de agosto de 2021

Ariel, de Sylvia Plath


Sylvia Plath (Boston, 1932 - Londres, 1963)
ARIEL (edición bilingüe)
[Ariel, 1965]
Ilustraciones de Sara Morante
Trad. Jordi Doce
Nórdica, 2020 - 208 págs. - inicio - Bibl. Caudete
Elegía a la poeta muerta, Aglaia Berlutti
La extrañeza que soy, Ángel Rupérez
Una gran heroína clásica, Santos Domínguez
Sylvia Plath en sus propias palabras, Jordi Doce
[desolador]

Señora Lázaro

Lo he vuelto a hacer.
Cada diez años
lo consigo: 

especie de milagro andante, mi piel
relumbra como la pantalla de una lámpara nazi,
mi pie derecho

es un pisapapeles, mi rostro,
buena tela de lino
judía, sin adornos.

Arráncame el pañuelo,
oh mi enemigo.
¿Inspiro terror?...

¿La nariz, la cuenca de los ojos, la dentadura completa?
Este aliento agrio
se esfumará en un día.

Pronto, pronto la carne
que el sombrío sepulcro se comió
estará en mí como en su casa

y seré una mujer sonriente.
Solo tengo treinta años.
Y, como el gato, siete ocasiones para morir.

Esta es la Número Tres.
Qué desperdicio
aniquilar cada década.

Qué millón de filamentos.
La multitud con sus bolsas de cacahuetes
se arremolina para ver

cómo me desanudan pies y manos:
el gran estriptís.
Damas y caballeros:

estas son mis manos,
mis rodillas.
Puedo ser toda piel y huesos,

pero sigo siendo la misma, idéntica mujer.
La primera vez que ocurrió tenía diez años.
Fue un accidente.

La segunda vez estaba decidida
a llegar hasta el fin y no volver jamás.
Me arrullé hasta cerrarme por dentro

como una concha de mar.
Tuvieron que llamarme y llamarme
y quitarme los gusanos uno a uno como perlas pegajosas.

Morir
es un arte, como todo.
Y yo lo hago excepcionalmente bien.

Tan bien, que parece un infierno.
Tan bien, que parece real.
Supongo que cabría hablar de vocación.

Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Es bastante fácil hacerlo y estarse quieto.
Es el regreso teatral

a plena luz del día
al mismo sitio, el mismo rostro, el mismo grito zafio y divertido:

“¡Un milagro!”
lo que me deja fuera de combate.
Hay que pagar

por ver mis cicatrices, hay que pagar
para escucharme el corazón:
de veras que funciona.

Y hay que pagar, hay que pagar muchísimo,
por un roce, una palabra
o una pizca de sangre

o un mechón de mi pelo, un jirón de mis ropas.
Y bien, herr Doktor,
y bien, herr Enemigo.

Soy su obra,
su objeto más valioso,
el bebé de oro puro

que se funde en un grito.
Doy vueltas y me abraso.
No crea que subestimo su gran preocupación.

Ceniza, ceniza...,
que usted remueve y tantea.
Carne, hueso, ahí no queda nada...

Una pastilla de jabón,
un anillo de bodas,
un empaste de oro.

Herr Dios, herr Lucifer,
cuidado,
cuidado.

De la ceniza
con el cabello rojo me levanto
y devoro a los hombres como aire.

23-29 octubre de 1962
Lady Lazarus

I have done it again.
One year in every ten
I manage it—

A sort of walking miracle, my skin
Bright as a Nazi lampshade,
My right foot

A paperweight,
My face a featureless, fine
Jew linen.

Peel off the napkin
O my enemy.
Do I terrify?—

The nose, the eye pits, the full set of teeth?
The sour breath
Will vanish in a day.

Soon, soon the flesh
The grave cave ate will be
At home on me

And I a smiling woman.
I am only thirty.
And like the cat I have nine times to die.

This is Number Three.
What a trash
To annihilate each decade.

What a million filaments.
The peanut-crunching crowd
Shoves in to see

Them unwrap me hand and foot—
The big strip tease.
Gentlemen, ladies

These are my hands
My knees.
I may be skin and bone,

Nevertheless, I am the same, identical woman.
The first time it happened I was ten.
It was an accident.

The second time I meant
To last it out and not come back at all.
I rocked shut

As a seashell.
They had to call and call
And pick the worms off me like sticky pearls.

Dying
Is an art, like everything else.
I do it exceptionally well.

I do it so it feels like hell.
I do it so it feels real.
I guess you could say I’ve a call.

It’s easy enough to do it in a cell.
It’s easy enough to do it and stay put.
It’s the theatrical

Comeback in broad day
To the same place, the same face, the same brute
Amused shout:

‘A miracle!’
That knocks me out.
There is a charge

For the eyeing of my scars, there is a charge
For the hearing of my heart—
It really goes.

And there is a charge, a very large charge
For a word or a touch
Or a bit of blood

Or a piece of my hair or my clothes.
So, so, Herr Doktor.
So, Herr Enemy.

I am your opus,
I am your valuable,
The pure gold baby

That melts to a shriek.
I turn and burn.
Do not think I underestimate your great concern.

Ash, ash—
You poke and stir.
Flesh, bone, there is nothing there—

A cake of soap,
A wedding ring,
A gold filling.

Herr God, Herr Lucifer
Beware
Beware.

Out of the ash
I rise with my red hair
And I eat men like air.

1 comentario:

Dice Rebbecca Solnit dijo...

«Casi veinte años más tarde, en mi libro sobre el caminar cité a Sylvia Plath, quien a los diecinueve manifestó: "Haber nacido mujer es mi tragedia. [...] Sí, mi deseo ferviente de alternar con obreros, marineros y soldados, con los parroquianos de los bares (de ser un personaje anónimo de la obra para escuchar y observar) resulta imposible porque soy una chica, una mujer, siempre expuesta al peligro de una agresión. El irreprimible interés que me inspiran los hombres y su vida a menudo se confunde con el deseo de seducirlos, o se interpreta como una invitación a la intimidad. Pero, por Dios, yo solo quiero hablar con todas las personas que sea posible y profundizar todo lo que sea capaz. Me gustaría poder dormir a cielo abierto, viajar al oeste, pasear libremente por las noches". Al leer el pasaje mucho después de incluirlo en el libro me pregunté quién habría sido Sylvia Plath si hubiera tenido las llaves de la ciudad, como se decía antes, y de las colinas y de la noche, y hasta qué punto su suicidio en la cocina cuando tenía treinta años tal vez se debiera en parte al confinamiento de la mujer a los espacios y delimitaciones domésticos.» (págs. 119-120)

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