miércoles, 11 de agosto de 2021

Calais, de Emmanuel Carrère


Emmanuel Carrère (París, 1957)
CALAIS
[Calais, 2016, 2017]
Trad. Laura Salas
Nuevos Cuadernos Anagrama, 2017 - 88 págs.

- Banksy muestra a Steve Jobs como un migrante en la Jungla de Calais
- Imágenes impactantes del campamento de inmigrantes de Calais
[nobody deserves to live this way]

4 «"Promigrantes" y "antimigrantes" son expresiones extrañas. Promigrantes no hay, en el sentido de que nadie es partidario de tener a las puertas de una ciudad de setenta mil habitantes una población de siete mil infelices desesperados, durmiendo en tiendas de campaña, entre el fango, pasando frío, y que según el carácter inspiran inquietud, compasión o mala conciencia. Y antimigrantes, en el sentido extremo de exclamar "¡Que los ahoguen!" o "¡Que se vuelvan a su casa!" (lo que en muchos casos vendría a ser lo mismo), sí que hay, he conocido a algunos, pero no es algo tan frecuente. Mucha gente dice que la cosa iba bien cuando eran solo "los kosovares", que llegaron en los años ochenta, al final de las guerras en los Balcanes, de modo que sobre todo los viejos llaman así a los extranjeros en situación irregular. Entonces no eran más que unos centenares, a eso se adaptaban. Pero ahora que están también "los siberianos" ya es demasiado. Eso de "los siberianos" me lo soltaron dos veces. Tardé un poco en entender que se referían a los sirios, y en el mismo saco metían a kurdos, afganos, eritreos, sudaneses, y a todos los que llegaban, a millares ya, de un Oriente Próximo, o de un África del Este que la televisión muestra cada día envueltos en sangre y fuego, de modo que se comprende que los pobres desgraciados quieran huir, pero sería preferible que se detuviesen en otro lugar que no fuesen nuestros jardines. Que haya que acogerlos, vale, pero ¿por qué aquí? ¿Por qué en Calais donde ya cuesta salir adelante sin eso? Nadie está encantado con la engorrosa presencia de los migrantes; los propios migrantes están desesperados de estar aquí; Steve Jobs, Calais, by Bansky solo los antimigrantes la toman con ellos directamente —con buena dosis de racismo, para ser sinceros—, mientras que para los promigrantes el problema es del Estado, de Europa, y sobre todo de Inglaterra, a donde todos quieren ir, y que no quiere saber nada de ellos, y que nos ha hecho la jugarreta de poner la frontera en nuestro territorio y encargarnos que la vigilemos. Esta estafa recibe el nombre de Acuerdos de Touquet, e incluso a la gente que llama a los sirios "siberianos" le suena de algo lo de los Acuerdos de Touquet.» (págs. 21-23)

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