Rafael Chirbes (Tavernes de la Valldigna, 1949-2015)
DIARIOS (1985—2005)
A RATOS PERDIDOS 1 y 2
Prólogos de Marta Sanz y Fernando Valls
Anagrama, 2021 - 472 págs. - inicio - fragmentos
— Son una bomba, Jordi Corominas
— Conecta con los debates del presente, Lucas Marco
— La intimidad de RC desenmascara al mundo editorial, Peio H. Riaño
— Desarmadamente valientes, Manuel R. Rivero
— Cruda y magistral forma de acercarse a la vida, Sara Mesa
[formidable]
[marzo 1986] «Hoy no he ido a trabajar. Me he pasado el día en la cama. Anoche bebí hasta las cinco de la mañana. Después de arrastrarme por todos los tugurios de Madrid que conozco, acabé en la Gran Vía junto a la Telefónica, intrentando ligar en plena calle, pagándoles cervezas y comprándoles cigarros a putas desdentadas y a decrépitos exchulos borrachos. Me traje a casa a un tipo maduro, que iba más borracho que yo y que, al despertarme, he descubierto que se ha ido, robándome tres mil pesetas [...] Puta atracción por lo que me degrada. Agua sucia que busca el sumidero. Esos santos cristianos que les besaban los llagados pies a los leprosos, que cambiaban sus ropas por las de los mendigos. De esa tradición procedo.» (pág. 149)
[agosto 2001] «Solo En la lucha final me planteó tantos problemas como me está planteando la novela que escribo. Tengo voces, personajes, pero me faltan los cinco puntos esenciales que hacen que un texto sea una novela: ¿quién cuenta?, ¿qué cuenta?, ¿por qué lo cuenta?, ¿a quién se lo cuenta?, ¿para qué se lo cuenta? Pero es que lo que quiere contar no puede haber ningún narrador capaz de asumirlo [...] Tengo el título por anticipado (P.S.: No lo tenía, se acabó titulando Los viejos amigos). O sea, que es una novela de la razón, un fruto de la voluntad. Malo. Falla ese fluido (¿del subcosciente?) que ha estado siempre al fondo de mis libros, a los que, seguramente por eso, por no saber de lo que tratan, nunca he acabado de encontrarles el título, ni siquiera una vez terminados. Todos, o casi todos, han llegado a la editorial con títulos que luego he desechado. Ha hecho falta que ellos, los propios libros, me contaran a mí el tema para que me diera cuenta del título.» (págs. 277-278)
[agosto 2004] «Pararse un instante a pensar. Dejar, incluso, de leer. Al fin y al cabo, los libros son también un gran ruido. Uno salta de un libro a otro en una cabalgada que te impide contemplar el paisaje que te rodea; que te impide, sobre todo, mirarte a ti mismo, aunque, al fin y al cabo, ¿qué es uno mismo? Una vida es un razonamiento, digamóslo así, una narración; y yo tengo la impresión de que, en todos estos años de aprendizaje, no he sido capaz de hilar un silogismo correcto. Trampas, autoocultaciones; prisas [...] Veo películas en la tele, leo libros, y lo olvido todo de inmediato, a lo mejor porque no soy capaz de descubrir qué lugar ocupan en la narración de mi vida, qué vacío colman, o por qué me sobran.» (págs. 361-362)
[noviembre 2004] «Cabo Trafalgar, de Pérez-Reverte [...] el artefacto me produce repelús, un sentimiento de rechazo que, a medida que avanza el libro, roza la indignación. Me resultan insoportables los diálogos, que apenas ayudan a construir a los personajes; o, más bien, los destrozan. Pérez-Reverte está convencido de que como novelista puede hacer lo que le salga de los cojones (por usa el lenguaje que le gusta) [...] Algunas frases que dicen los personajes: "una cosa discreta, sufrida, fashion" (pág. 36), "como los enanitos del bosque, aibó, aibó" (pág. 39), "¿Cómo se dice poca picha en gabacho?" "Poca piché" (pág. 71), "Toma candela yesverigüé fandango, pa ti y pa tu primo. Tipical spanish sangría. Joputa. Yu understán?" (pág. 89) [...] Y a eso los críticos lo tratan de novela histórica. "Yes veriwell." El autor es académico.» (págs. 440-441)
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