domingo, 20 de febrero de 2022

Perdido en el paraíso, de Umberto Pasti


Umberto Pasti (Milán, 1957)
PERDIDO EN EL PARAÍSO
[Perduto in Paradiso, 2018]
Trad. José Ramón Monreal
Acantilado, 2020 - 288 págs. - inicio

El jardín en Rohuna, Blog de la Tabla
Plantar un libro, escribir un árbol, Iker Seisdedos
Jardines del interior, Antonio Tamez-Elizondo
[no pude (pero preciosa portada)]

«Rohuna es el centro del mundo. Es un pueblo de unas quinientas almas y de una cincuentena de casas en la costa atlántica del viejo Marruecos español, a dos días de camino de Tánger, entre Asilah y Larache. Casas de piedra con revestimiento de tierra y encalados, con techumbres de cinc de chabola, asomadas a unos jardines delimitados por barreras de chumberas. Alguna construcción moderna, de cemento armado y casi siempre inacabada, atestigua la fortuna de su propietario en el tráfico de hachís. La región se llama Sahel Shamali: colinas bajas junto a playas lunares. Aquí y allá se abre un valle al mar. Viniendo del norte están Tendafel, Dmina, Beni Meslem, Rohuna, Beni Malek, Misghelf, Cherqallel, Charrouah (dos o tres mil campesinos llamados sahli, ‘costeros’). Debilitados por el clima (lluvias torrenciales en invierno y un horno en verano) y por los sueños celestiales provocados por el kif, en sus magros campos arrebatados a las piedras cultivan cereales o legumbres. A su alrededor, rocas y nada más que rocas, entre las que crecen palmeras enanas, jaras, cardos y lentiscos, las plantasindigestas para las cabras. Escasez de árboles en este mundo desolado: alguna que otra higuera, algún granado, grupitos de algarrobos y de olivos plantados en otros tiempos de precipitaciones más abundantes y de cierto optimismo. Sólo los acebuches son espontáneos. El bosque comienza al sur, un alcornocal plantado durante una reforestación franquista que llega a rozar las ruinas de Lixus, la más importante ciudad romana de la región, y que se interrumpe a orillas del río Lukus, más allá del cual está resguardada la medina de Larache. Es a este bosque adonde vamos con los jardineros para hacer un picnic, cuando queremos reírnos de los problemas que nos han atormentado y de los conflictos que nos han dividido. Nuestro rito de reconciliación concluye abandonándonos con todo nuestro peso sobre los brezos y los viburnos, que nos impiden caer, nos sostienen y nos acunan mientras, oscilando, nos sujetamos de la mano.» (CONTRAPORTADA)

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