“Cuántos muertos.
¿Como convencer a los rusos y a sus gobernantes de que lo que están haciendo, todos ellos y todos sus gobernantes, es una locura?
O, lo que es peor, un crimen, un crimen contra la humanidad.
Un asesinato, un exterminio de seres vivos que, muertos hoy, caídos en la calle, en sus casas, o bajo los escombros, iban ayer a comprar pan, algo de comer…
Un crimen contra unos niños que, ayer corrían entre gritos por un patio destruido y, muertos hoy, con una pelota hecha de trapos, trapos abandonados por sus vecinos, muertos hoy, torturados, quemados, destripados, acribillados.
¿Qué decir más?
¿Cuántos muertos aún han de ver los rusos y sus gobernantes?
¿Cuántos muertos han de ver los rusos –las madres que despiden a sus hijos a un frente lejano y hasta ayer hermano–? ¿Cuántos los reclutas, que ayer trabajaban en una granja o un almacén, para entender que están colaborando en un exterminio? Una destrucción de vidas humanas. La muerte de unos seres a los que nunca podrán pedir perdón.
¿Qué han de ver aún y sufrir los rusos y sus gobernantes para entender y padecer que lo que están haciendo es destruir el mundo, nuestro mundo y nuestros valores -paz, justicia y hermandad-, que hasta ayer eran los suyos?
¿Hasta cuándo?”
¿Como convencer a los rusos y a sus gobernantes de que lo que están haciendo, todos ellos y todos sus gobernantes, es una locura?
O, lo que es peor, un crimen, un crimen contra la humanidad.
Un asesinato, un exterminio de seres vivos que, muertos hoy, caídos en la calle, en sus casas, o bajo los escombros, iban ayer a comprar pan, algo de comer…
Un crimen contra unos niños que, ayer corrían entre gritos por un patio destruido y, muertos hoy, con una pelota hecha de trapos, trapos abandonados por sus vecinos, muertos hoy, torturados, quemados, destripados, acribillados.
¿Qué decir más?
¿Cuántos muertos aún han de ver los rusos y sus gobernantes?
¿Cuántos muertos han de ver los rusos –las madres que despiden a sus hijos a un frente lejano y hasta ayer hermano–? ¿Cuántos los reclutas, que ayer trabajaban en una granja o un almacén, para entender que están colaborando en un exterminio? Una destrucción de vidas humanas. La muerte de unos seres a los que nunca podrán pedir perdón.
¿Qué han de ver aún y sufrir los rusos y sus gobernantes para entender y padecer que lo que están haciendo es destruir el mundo, nuestro mundo y nuestros valores -paz, justicia y hermandad-, que hasta ayer eran los suyos?
¿Hasta cuándo?”
Ricardo San Vicente, traductor del ruso
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