«Debió de haber grandes bosques que produjeran todo ese carbón y siglos de terremotos para levantar las colinas y plegarlas sobre los bosques como tortitas sobre mermelada. Los gigantescos y pesados reptiles fueron incapaces de escapar a tiempo y dejaron sus huellas en la roca; pueden contemplarse en el museo de Fort Barry. Qué extensiones de tiempo son necesarias para completar la transformación de un pantanal en un bosque. Los estudiosos han dibujado la estela temporal: tanto tiempo para que la hierba facilite el humus a los arbustos, tanto para que los matorrales acomoden a los árboles, tanto para que los menores de la familia de los robles enraícen bajo la grata sombra de los cerezos silvestres y los arces, y para suplantarlos; tanto para que el roble blanco reemplace al rojo; tanto para la majestuosa entrada de la familia de las hayas, que ha aguardado su momento propicio: la guerra de los retoños, por así decirlo. A la despiadada lucha de las plantas se sumó la de los animales. El balido del venado infundiendo terror en el bosque al hundirle el gran felino sus dientes en la vena yugular; el halcón elevando al cielo la serpiente que atrapa entre sus mandíbulas un roedor. Entonces llegó el hombre.» (p. 20) «El doctor Gillies no tosió para anunciar el inicio de sus palabras, sino que comenzó: —La naturaleza nunca duerme. Los procesos de la vida nunca se detiene, pero cada uno de esos días tuvo una duración de muchos millones de años. El día de descanso debió de ser bien corto. El hombre no es el fin sino el principio. Nos encontramos al inicio de la segunda semana. Somos los hijos del octavo día. Describió la Tierra antes de la aparición de la vida: millones de años en los que el vapor se elevaba de las hirvientes aguas... El ruido, los terribles vientos, las olas... El ruido. Más tarde, diminutos organismos flotando hasta asfixiar los mares. Pasivos... Entonces, aquí y allá, unos y otros, adquirieron la habilidad de impulsarse hacia la luz, hacia el alimento. Un sistema nervioso empezó a tomar forma en la era Precámbrica; aletas y patas comenzaron a lograr suficiente fuerza para caminar sobre tierra firme en el Devónico Superior, la sangre se calentó en el Mesozoico.» (p. 25) |
THORNTON WILDER (1897 - 1975) El octavo día (The Eighth Day, 1967) Trad. Enrique Maldonado Roldán Automática editorial, 2013 536 páginas, 27€ |
martes, 17 de septiembre de 2013
Thornton Wilder: El octavo día
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1 comentario:
Interesante libro cuyo abstract dice así:
"John Ashley ha escapado durante el trayecto en tren que lo conducía hacia su ejecución por el asesinato de su mejor amigo. Nadie conoce su paradero o la identidad de las personas que organizaron la fuga. Detrás quedan dos familias destrozadas, que deberán aprender a abrirse camino, y un sinfín de preguntas sobre las que orbita aquella referida a la autoría del propio crimen.
El octavo día, galardonada en Estados Unidos con el Premio Nacional del Libro, hunde sus raíces en la mejor tradición novelística norteamericana y supone una de las cumbres de su autor, tres veces ganador del Premio Pulitzer."
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