martes, 22 de octubre de 2019

Mirarse de frente, de Vivian Gornick

No me ha interesado casi nada este texto desenterrado

Vivian Gornick (Nueva York, 1935)
MIRARSE DE FRENTE
[Approaching Eye Level, 1996]
Trad. Julia Osuna Aguilar
Sexto Piso, 2018 - 156 págs.
Vivian habla con Anna y Matilde.
[prefiero Apegos feroces]

«Cuando fui a dar clase durante un trimestre en una ciudad universitaria del sur, conocí a una mujer de mi edad que estaba divorciada y tenía ya a sus hijos estudiando fuera. Me propuso que compartiéramos casa. Me pareció que era un espíritu afín y, tras años de vivir sola, decidí arriesgarme.
    Fui a dar con un arreglo que no podía ser más compatible. Entre aquella mujer y yo no hubo roces, tensiones, depresiones ni retraimientos. Parecíamos no aburrirnos, no enfadarnos ni entrometernos nunca en la vida de la otra. Cada una vivía su día a día de forma independiente pero, si coincidíamos, a las dos nos encantaba pasar una velada juntas en casa. La conversación era cada vez más placentera, pero ninguna hizo nunca que la otra se sintiera culpable por querer estar sola. En resumidas cuentas, la relación era la sencillez personificada, y a las dos nos brindaba la alegría de la amistad civilizada y la tranquilidad doméstica, un estado vital que yo no había conocido hasta la fecha.
    Lo que no podía esperarme fue el alivio que sentí al no vivir sola. El alivio y la gratitud. Porque, a ver, ¿qué estaba pasando? Vivian Gornick No vivía ni con un amante ni con una amiga íntima: simplemente estaba compartiendo casa con una persona compatible. Disfrutaba del placer del café de la mañana y la charla de la noche con una mujer con la que me gustaba hablar y de lo reconfortante que era saber que pasábamos la noche bajo el mismo techo. Lo que estaba ejerciendo un efecto tan extraordinario en mí era la ausencia de soledad en bruto.» (págs. 109-110)

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