lunes, 2 de diciembre de 2019

Paraguas en llamas, de Jordi Mestre


Jordi Mestre (Barcelona, 1966-2016)
PARAGUAS EN LLAMAS, Diarios, apuntes y
otras distorsiones de la realidad
(2005-2014)
PRÓLOGO DE ENRIQUE VILA-MATAS
Pepitas Ed., 2019 - 280 págs. - inicio

In memoriam, diario Sport, 05/09/2016
Blog Paraguas en llamas de Jordi Mestre
Un amigo de la red, Café Perec de E. Vila-Matas
Blíster con minipíldoras literarias, Aranzazu Gordillo
Le conocí en el Astrolabi, Ego solus ipse
[una delicia]

La Nueva en Braunschweig
«La Nueva y yo estuvimos unos días en Alemania, por motivos laborales. Es decir, que teníamos fiesta en el trabajo. Y la verdad es que me debo estar haciendo mayor, pero cada vez estoy más de acuerdo con esa frase del poeta inglés Philip Larkin que ya apunté hace unos meses en este blog: como a Larkin, a mí me encantaría visitar la China ahora mismo si esta tarde pudiera estar ya en casa. Me doy cuenta de que, últimamente, cada vez que viajo disfruto de dos grandes momentos; el primero, al inicio del viaje, cuando subo al tren o al coche, o cuando despega el avión, y siento esa excitante ilusión de que abandono el hogar y la rutina. El otro gran momento de placer es el retorno, cuando me acerco a Barcelona y pienso que en breve estaré en casa y podré olvidarme de las maletas que no desharé hasta un par de días después y podré sentarme en mi sofá o tumbarme, por fin, en mi cama. Sí, es verdad, me hago mayor.
    Entre esos dos grandes momentos, un viaje es un cúmulo de pequeños grandes instantes que recordaré para siempre. Esos pequeños grandes instantes no suelen tener mucha relación con el lugar al que he visitado. Sé, por ejemplo, que de mi estancia en Berlín me olvidaré más o menos pronto de la visita que la Nueva y yo hicimos a lugares emblemáticos de la ciudad como los restos del Muro o el Check Point Charlie, que los alemanes han convertido en un pequeño Disneyworld. Son esos lugares que uno, embutido en su papel de turista, visita casi como por obligación, pero no siempre con un interés real.
    Recordaré para siempre, sin embargo, que me quedé embobado viendo el Spree, porque a mí los ríos urbanos siempre me dejan embobado. Me ocurre cada vez que contemplo el Támesis o el Sena, lo cual es hasta cierto punto lógico, pero también viendo el Liffey, el Hudson o el Ebro.
Jordi Mestre
¿Datos personales?
Básicamente uno: que
nunca entiende nada.
Mi río urbano preferido es el Corrib a su paso por Galway, al oeste de Irlanda, pero eso también tiene mucho que ver con la fascinación, no muy normal, que siento por esa pequeña ciudad. Una de las pocas cosas que no me gustan de mi ciudad, Barcelona, es que no tiene un gran río. No me importaría que el Ayuntamiento suprimiera el Paseo de Gracia y montara un buen río urbano [...]» (págs. 155-156)

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