Miriam Toews (Canadá, 1964)
ELLAS HABLAN
[Women talking, 2018]
Trad. Julia Osuna Aguilar
Sexto Piso, 2020 - 196 págs. - inicio
- El secreto de la belladona, Antónia Justícia
- Otra distopía feminista, Olga Merino
- Ojalá esta fuera una novela distópica, Francesc Bon
- ¿Por qué escribir este libro? Miriam habla con Noelia
[increíble, pero sucede]
«Somos mujeres sin voz, afirma Ona sin perder la calma. Somos mujeres fuera del tiempo y del espacio, sin siquiera el idioma del país donde vivimos. Somos menonitas sin patria. No tenemos ningún sitio al que volver, y hasta los animales de Molotschna están más seguros en sus casa que nosotras. [...]
Neitje es la hija de Mina, ahora al cuidado de Salome. Mina se ahorcó después de que Neitje sufriera una agresión en su propio cuarto, las muñecas en carne viva por el cordel de empacar, el cuerpo embadurnado de sangre, mierda y semen. Al principio Peters (obispo de la comunidad) le dijo a Mina que el responsable del ataque había sido Satán, que era un castigo de Dios, que Dios estaba castigando a las mujeres por sus pecados. Más tarde Peters le dijo que estaba inventándose la agresión, repitió las palabras "imaginación femenina desbocada", con una puntuación forzosa tras cada palabra, como para crear tres frases cortas. Mina exigió saber qué era, si Satán o su imaginación. Le arañó los ojos al obispo. Se quitó la ropa y se hirió con unas tijeras de sierra. Fue al establo y se ahorcó. Peters cortó la soga y contó a la colonia que Mina había inhalado demasiados humos de amoníaco mientras limpiaba el establo de los tusones. Agata Friesen, la madre de Mina, lavó el cuerpo de su hija con sus propias lágrimas.» (págs. 60-62)
Mujeres menonitas de Manitoba (Bolivia) donde sucedieron los hechos relatados
(foto Lisa Wiltse / Getty)
«Salome ignora a Mariche y prosigue. Sabemos que estamos magulladas, infectadas, embarazadas, aterradas, locas y algunas hasta muertas. Sabemos que debemos protejer a nuestros hijos. Sabemos que si continúan estas agresiones nuestra fe se verá amenazada porque nos volveremos seres furibundos, homicidas e incapaces de perdonar. ¡Independientemente de quiénes sean los culpables! [...]
¡Nosotras tampoco somos miembros!, repite. Somos mujeres de Molotschna. Toda la colonia de Molotschna está construida sobre la base del patriarcado (...), donde las mujeres viven toda su vida mudas, sumisas, como siervas obedientes..., animales. Se supone que hasta los niños de catorce años pueden darnos órdenes, determinar nuestro futuro, votar para que nos excomulguen, hablar en los entierros de nuestros bebés mientras nosotras guardamos silencio, interpretar la Biblia por nosotras, guiarnos en la oración, ¡castigarnos! Mariche, nosotras no somos miembros de nada, somos mercancía. (...)
Salome prosigue. Cuando nuestros hombres nos han usado y desgastado hasta que parece que tenemos sesenta años y en realidad apenas hemos cumplido los treinta, y se nos caen literalmente los úteros del cuerpo sobre los suelos de nuestras cocinas inmaculadas, cuando estamos acabadas, recurren a nuestras hijas. Y si pudieran vendernos a todas al mejor postor, lo harían. [...]
Pero sí que lo sabemos, replica Ona. Sabemos que las condiciones de Molotschna las han creado los hombres, y que estas agresiones las han propiciado (incluso la concepción de estos actos, la planificación de estas agresiones, la lógica tras estas agresiones en la mente de los hombres) las circunstancias de Molotschna. Y esas ciscustancias las crearon y las decretaron los hombres, los ministros y Peters.» (págs. 112-114)
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