domingo, 13 de junio de 2021

Nevada, de Claire Vaye Watkins


Claire Vaye Watkins (Bishop, California, 1984)
NEVADA
[Battleborn, 2012]
Trad. Ce Santiago
Malas Tierras, 2019 - 272 págs.

El arriesgado territorio del gran cuento norteamericano, Rodrigo Fresán, ABC
La escritora que descubrió que su padre era la mano derecha de Manson, Laura Fernández, Babelia
Nevada es brutal con las mujeres, Kiko Amat, EP
[no era para mí (pero qué hermosa edición)]

«2 de noviembre
Douane Moser
4077 Pincay Drive
Henderson, Nevada 89015

Estimado señor Moser,
    Mi esposa ha encontrado sus fotos, las del Chevelle. [...] Guardé las fotos remetidas tras el parasol de mi camioneta atadas con una goma. No sé por qué las guardé. No sé por qué he guardado sus cartas de M ni sus pastillas. No sé lo que haría si encontrara lo que que estoy buscando. Cuando iba al instituto trabajaba en el turno de noche de una gasolinera en Beatty. [...] Yo trabajaba allí catorce, quince horas a la semana. Bill Hadley era amigo de mi padre. Era un hijo de perra demente, como diría mi padre, que tenía una escopeta guardada debajo del mostrador y me acusaba siempre de robar de la caja o de dormirme en el trabajo, aunque yo no hacía nada de aquello. Me gustaba el turno, me gustaba estar despierto de noche, lejos de papá, escuchando los traqueteos de las grandes cámaras frigoríficas, el bordoneo de los tubos fluorescentes de fuera.
    A finales de esa primavera, un enjambre de saltamontes atravesó Beatty de camino a los campos de alfalfa, allá en el sur. Eran gruesos y feroces, te rugían en la cabeza como truenos. Los saltamontes se comen todo lo que sea verde. En dos días dehojaron todos los álamos y los sauces del pueblo; luego fueron a por los enebros y los pinos, las espiguillas y el taray amargo. Hubo un enjambre que devoró la lana a las ovejas vivas de Abel Prince. Las cosas se pusieron tan feas que pararon las vagonetas que salían de las minas durante una semana porque las tripas de aquellos bichos dejaban los raíles demasiado resbaladizos.
    Los fluorescentes del Hadley's atraían a los saltamontes. Durante semanas, el aparcamiento palpitó con ellos. Si hubiese salido a los surtidores aquella noche, los habría sentido crujir bajo mis pies, muertos y agonizantes bajo los zapatos, pero nunca llegué a salir a los surtidores. Yo estaba en el mostrador haciendo los deberes, matemáticas, por el amor de Dios. Levanté la vista y aquel tipo estaba cruzando la puerta hacia mí. Miré fuera y vi el Chevelle de 1966, destellando bajo las luces, los saltamontes que caían como la lluvia en torno a él.
    Intenté detenerlo, pero me forzó a volver detrás del mostrador. Empuñaba una pistola que sostenía como si fuese su propia mano. Dijo: ¿Ves esto? Llevaba una pañoleta en la cara. Pero Beatty es un pueblo pequeño, y por entonces era más pequeño todavía. Sabía quién era. Sabía que su madre trabajaba de camarera en el Diligencia y que su hermana se había graduado un año antes que yo. El dinero, me decía. Se llamaba Frankie. El puto dinero, decía Frankie. Yo apenas había tocado un arma antes de aquella noche. No sé cómo lo hice. Solo sentí cómo el aliento salía de mí y que eché mano de la escopeta de debajo del mostrador y que apunté. Le disparé en la cabeza.
    [...] Pero la verdad es esta, Duane Moser: a veces veo sus ojos por encima de la pañoleta, veo los saltamontes brincando en las lámparas, los oigo vibrar. Noto el golpe de la culata en mi esternón. Lo volvería a hacer.
Atentamente
Thomas Grey
Apdo. de correos 1230,
Verdi, Nevada 89439
» (págs. 44-47)

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...