«En su Libro de los días, Mila contó cinco días de sangre y siete limpios. Durante los siete días limpios, llevó ropa interior blanca y durmió en sábanas también blancas. Por la tarde y la noche se introducía un trozo de tela blanca bien adentro y la giraba, extraía y examinaba según lo prescrito. Si encontraba alguna mancha rojiza, tenía que marcar la tela o la ropa interior con la hora y el día del recuento: una mancha roja no era lo mismo que una rosada o marrón; sólo un rabino podía establecer si la tonalidad obligaba a prolongar la separación. Mila era escrupulosa con las leyes de pureza familiar que controlaban los impulsos, incrementaban la fertilidad y aseguraban que los hijos naciesen con almas puras. El séptimo día limpio, espero que anocheciese y fue al baño ritual. Se pasó hilo dental por la boca, se limó las uñas. Se enjabonó y aclaró. La encargada comprobó que ninguna hatzitzá ("barrera"), pelos sueltos o suciedad, se interponía entre las aguas rituales y la piel. Mila descendió los peldaños de la pequeña piscina rec- tangular de agua natural, que procedía de la gravedad, no era bombeada. Se sumergió con los brazos extendidos, los ojos y la boca cerrados pero sin apretar. —Casher! —exclamó alegremente la encargada cuando la cabeza de Mila emergió. Con los brazos cruzados debajo del corazón, para separar los dominios superiores de los inferiores, Mila susurró la bendición de la inmersión ritual y se zambulló dos veces más. —Casher! Casher! Al ponerse la bata, se sintió pura, blanca y orgullosa de ser una judía que los rabinos pudiesen declarar casher. Rompió a llorar de gratitud a Hashem por guiarla y ayudarla a resistir las tentaciones de París. Como aconsejaban los rabinos, se puso ropa interior de color para no ver ninguna pequeña irregularidad en los días permitidos. De camino a casa, apretó el paso a fin de reducir las posibilidades de toparse con un animal impuro, una persona ignorante, un gentil, cualquier encuentro que pudiera comprometer sus opciones de concebir a un erudito de la Torá. En el dormitorio, ante el espejo triple y bajo la lámpara, se envolvió los hombros con la estola de seda gris perla y lavanda, la señal que indicaría a Josef que estaba permitida. En el silencio de la habitación creyó oír a sus padres, que rezaban para volver a la vida en las generaciones que Josef y Mila concebirían.» (pp. 140-141) |
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· De la secta al best seller. · Boda ultraortodoxa. · Sexo casher. · Abuso teológico. · Los jasídicos de Williamsburg. | |
ANOUK MARKOVITS LAS HIJAS DE ZALMAN (I am Forbidden, 2012) Trad. Magdalena Palmer Molera Salamandra, 2014 256 págs. (como que no) |
jueves, 22 de mayo de 2014
Estar prohibida
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