«Empiezan a acusarle de dispersión. Verdaderamente, no faltan razones. Yersin es el descubridor del bacilo de la peste y el inventor de la vacuna contra la peste. Debería estar en París o en Ginebra, a la cabeza de un laboratorio o de un hospital, en las Academia. En suma: ser un mandarín. Se le sabe retirado en una aldea de pescadores al otro lado del mundo. Los periodistas, que él se niega a recibir, se ven obligados a inventar, a trazar su leyenda negra. Se dice que a veces está solo al fondo de una cabaña, caminando sobre su propia barba de eremita. Se le describe como el rey loco de un pueblo embrutecido con el que él practica experimentos crueles y difícilmente imaginables. Un nabab, un ricachón que saca provecho de la ciencia y de sus juegos malabares ante ingenuos guerreros de los que se proclama jefe enviado por el cielo. Un tirano que toma como pretexto la magia del gas y de la electricidad para sojuzgar a unas tribus sanguinarias que le rinden culto y le sacrifican vírgenes. Un Kurtz o un Mayrena, solitario y de espíritu tan extraviado como su reino. Es verdad que la primera barra de hielo triturada a martillazos en Nha Trang debe de producir su efecto. En la salida de la máquina de gas Picter está ese lecho, blanco y resplandeciente de destellos desconocidos que queman las manos, sobre el cual los pescados se mantienen frescos hasta el día siguiente, algo ciertamente tan fuerte como multiplicarlos al borde del Jordán.» (pp. 165-166)
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ALEXANDRE YERSIN (1863-1943) |
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LA VIDA ALUCINANTE DEL CIENTÍFICO OLVIDADO Alberto Manguel, El País, 19/04/2014 La peste en una ilustración de la Biblia Toggenburg (1411) |
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PESTE & CÓLERA PATRICK DEVILLE (Peste & Choléra, 2012) Trad. José Manuel Fajardo Anagrama, Barcelona, 2014 234 págs. (too short) (versión vietnamita) |
«Están delante del mar, en medio de las flores y de las cajas de pájaros. El loro del pirata y el ruido de las olas. Jacotot y Bernard toman notas: cada uno por su lado se ha puesto a escribir una Vida de Yersin. Hace mucho tiempo que su madre y su hermana han desaparecido [...] Ya no queda en Europa ningún rastro suyo. Y puede que tampoco quede ningún rastro de Europa [...] Yersin está persuadido de que todas sus cartas a Fanny y a Émilie, que constituyen un verdadero relato de su vida, hace tiempo que han desaparecido. Así que responde a las preguntas. Cómo descubrió y venció al bacilo de la peste. Su abandono de Suiza por Alemania, del Instituto Pateur por las Mensajerías Marítimas, de la medicina por la etnología, de ésta por la agricultura y la arboricultura. Cómo se hizo en Indochina un aventurero de la bacteriología, un explorador y un cartógrafo. Cómo recorrió durante dos años el país de los mois, antes de llegar al de los sedangs. Los dos científicos le interrogan sobre sus caprichos y sus inventos, la horticultura y la cría de ganado, la mecánica y la física, la electricidad y la astronomía, la aviación y la fotografía. Sobre cómo se convirtió en rey del caucho y de la quinina, y cómo llegó a pie desde Nha Trang hasta el Mekong y luego a Pnom Penh, para vivir finalmente cincuenta años en una aldea al borde del mar de China. Los dos científicos llenan sus cuadernos. Ellos miran los ojos azules de Yersin, que han visto los ojos azules de Pasteur.» (pp. 216-217) |
lunes, 19 de mayo de 2014
Peste & Cólera: Deville (me) descubre a Yersin
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4 comentarios:
¡¡Espectacular tu blog!!! Muy interesante, lleno de sugerencias... aunque, por desgracia -y ello es un problema mío, no tuyo, obviamente- acrecienta mi bulimia "cultural"...
¡¡Enhorabuena!!
Gracias, Alberto.
Muy intenso e interesante el tuyo: http://buscandoleonesenlasnubes.blogspot.com.es
Recién terminado el libro, me lo leería otra vez.
No sólo me ha gustado el qué, sino también, y mucho, el cómo.
Pero me ha extrañado que no se nombrara para nada a Edward Jenner, que descubrió, unos años antes de nacer Pasteur, la vacuna contra la viruela.
No quiero yo quitarle méritos a Pasteur y a toda su prole científica, pero como Jenner era británico, pues a ver si va a ser eso...
Y esto me recuerda que el inventor del teléfono no fue Graham Bell, sino que le robó la idea y los materiales a Antonio Meucci.
Así que, desde aquí, quiero honrar la memoria de Jenner y Meucci.
¡Hala!
Pues no sabes cómo me alegro de que te haya gustado, Pteri. Y de que me lo hayas dicho también por aquí :)
Y homenajeemos a Edward Jenner, Antonio Meucci, Nikola Tessla, Alan Turing e tutti quanti la historia no ha reconocido como debiera.
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