viernes, 23 de julio de 2021

Recuerdos de mi inexistencia, de Rebecca Solnit

Records de la meva inexistència

Rebecca Solnit (San Francisco, 1961)
RECUERDOS DE MI INEXISTENCIA
[Recollections of My Nonexistence, 2020]
Trad. Antonia Martín
Lumen, 2021 - 288 págs. - inicio - fragment

"Las mujeres vivimos en un océano de violencia...", Elena Hevia
Audibilidad, credibilidad y relevancia, E. M. G. Pastor
Diversos parabienes
[repetitivo]

«Podían hacerte un poco de daño —con insultos y amenazas que te recordaban que no estabas a salvo ni eras libre ni poseías ciertos derechos inalienables—, o más daño con una violación, o más con una violación acompañada de secuestro, tortura, cautiverio y mutilación, y más aún con el asesinato, y la posibilidad de la muerte planeaba siempre sobre las otras agresiones. Podían borrarte un poco para que hubiera menos de ti, para que tuvieras menos seguridad, menos libertad, o podían socavar tus derechos e invadir tu cuerpo para que fuera cada vez menos tuyo; podían suprimirte del todo, y ninguna de esas posibilidades parecía especialmente remota. Todas las cosas malas que les pasaban a las otras mujeres porque eran mujeres podían ocurrirte a ti por ser mujer. Aunque no te mataran, mataban algo de ti: tu sensación de libertad, de igualdad de confianza en ti misma.» (págs. 62)
«Casi veinte años más tarde, en mi libro sobre el caminar cité a Sylvia Plath, quien a los diecinueve manifestó: "Haber nacido mujer es mi tragedia. [...] Sí, mi deseo ferviente de alternar con obreros, marineros y soldados, con los parroquianos de los bares (de ser un personaje anónimo de la obra para escuchar y observar) resulta imposible porque soy una chica, una mujer, siempre expuesta al peligro de una agresión. El irreprimible interés que me inspiran los hombres y su vida a menudo se confunde con el deseo de seducirlos, o se interpreta como una invitación a la intimidad. Pero, por Dios, yo solo quiero hablar con todas las personas que sea posible y profundizar todo lo que sea capaz. Me gustaría poder dormir a cielo abierto, viajar al oeste, pasear libremente por las noches". Al leer el pasaje mucho después de incluirlo en el libro me pregunté quién habría sido Sylvia Plath si hubiera tenido las llaves de la ciudad, como se decía antes, y de las colinas y de la noche, y hasta qué punto su suicidio en la cocina cuando tenía treinta años tal vez se debiera en parte al confinamiento de la mujer a los espacios y delimitaciones domésticos.» (págs. 119-120)

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