«[...] Y, de un tiempo para acá ambos hablamos el mismo idioma: no sólo adoramos reír juntos, y somos el hombre importante, y rico, y la mujer famosa, y bonita, mejor informados del país, sino que cada uno simpatiza con la causa del otro y la compasión que sentimos es de doble vía.
—Pero ¿cómo podría alguien tener de amante a semejante belleza, semejante reina, semejante diosa? ¡Una mujer como tú es para casarse con ella, para regarla cada día, para no volver a mirar a ninguna otra jamás en la vida! ¡Y pensar que uno ya está casado... y con semejante fiera! [...]
La otra diferencia de fondo entre Pablo y Gilberto es que el hombre que todavía amo, y al que tanto extraño, nunca me ha subestimado. Pablo no insulta mi inteligencia y no usa galanterías conmigo sino cuando me ve deshecha, sufriendo por cosas suyas de las que yo jamás me atrevería a hablarle. Pablo jamás aceptaría una derrota; de nadie, ni siquiera de la mujer amada. Pablo no habla mal de sus cómplices sino de los galanistas, sus enemigos jurados. Pablo siempre manda al día siguiente el ciento por ciento de lo que promete y nunca pide recibo. Pablo no habla de cosas pequeñas y jamás baja la guardia con nadie, sobre todo conmigo, porque para él y para mí nada es suficiente: todo debería ser mejor, mil veces más grande el súmmum, lo máximo. Todo en nuestro mundo, nuestra relación, nuestro lenguaje, nuestras conversaciones, es macro. Somos igual de elementales y terrenales, de soñadores y ambiciosos, de terribles e insaciables, y el único problema que tenernos son dos códigos éticos que eternamente están chocando. [...] Pablo y yo no cesamos de sorprendernos, de sacudirnos, de contradecirnos, de enfrentarnos, de escandalizarnos mutuamente, de llevarnos hasta el límite antes de devolver al otro a la realidad tras haberlo hecho sentir brevemente como un todopoderoso dios humano para quien no hay imposibles. Porque no hay nada, nada en el mundo, que haga latir más a un ego que encontrarse con otro de su mismo tamaño, siempre y cuando sea éste del género opuesto y uno de los dos termine con el cuerpo que encierra al otro palpitando debajo del que encierra al suyo.»
—Pero ¿cómo podría alguien tener de amante a semejante belleza, semejante reina, semejante diosa? ¡Una mujer como tú es para casarse con ella, para regarla cada día, para no volver a mirar a ninguna otra jamás en la vida! ¡Y pensar que uno ya está casado... y con semejante fiera! [...]
La otra diferencia de fondo entre Pablo y Gilberto es que el hombre que todavía amo, y al que tanto extraño, nunca me ha subestimado. Pablo no insulta mi inteligencia y no usa galanterías conmigo sino cuando me ve deshecha, sufriendo por cosas suyas de las que yo jamás me atrevería a hablarle. Pablo jamás aceptaría una derrota; de nadie, ni siquiera de la mujer amada. Pablo no habla mal de sus cómplices sino de los galanistas, sus enemigos jurados. Pablo siempre manda al día siguiente el ciento por ciento de lo que promete y nunca pide recibo. Pablo no habla de cosas pequeñas y jamás baja la guardia con nadie, sobre todo conmigo, porque para él y para mí nada es suficiente: todo debería ser mejor, mil veces más grande el súmmum, lo máximo. Todo en nuestro mundo, nuestra relación, nuestro lenguaje, nuestras conversaciones, es macro. Somos igual de elementales y terrenales, de soñadores y ambiciosos, de terribles e insaciables, y el único problema que tenernos son dos códigos éticos que eternamente están chocando. [...] Pablo y yo no cesamos de sorprendernos, de sacudirnos, de contradecirnos, de enfrentarnos, de escandalizarnos mutuamente, de llevarnos hasta el límite antes de devolver al otro a la realidad tras haberlo hecho sentir brevemente como un todopoderoso dios humano para quien no hay imposibles. Porque no hay nada, nada en el mundo, que haga latir más a un ego que encontrarse con otro de su mismo tamaño, siempre y cuando sea éste del género opuesto y uno de los dos termine con el cuerpo que encierra al otro palpitando debajo del que encierra al suyo.»
[De Amando a Pablo, Odiando a Escobar (pp. 164-165). Virginia Vallejo. Debate, 2008]
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