«Pablo Escobar es dueño de la mente más moderna que yo haya conocido. Un autentico experto en geopolítica caribeña, ha construido en menos de una década la industria más rentable de todos los tiempos y ahora la controla con puño de hierro como si fuese una auténtica corporación multinacional. Combina un excepcional talento para visualizar el futuro con una especie de sabiduría antigua que le permite resolver en cuestión de segundos todas las cosas practicas o urgentes de la vida y tener siempre a mano soluciones fulminantes para cada problema, del tipo que para otro ser humano serían no sólo inconcebibles sino casi imposibles de poner en práctica.
Pablo sólo siente verdadera pasión por una cosa: el ejercicio del poder en beneficio de sus intereses. Todo en su vida cumple dicho propósito y eso, obviamente, me incluye a mí. Como lo amo y lo fustigo en las mismas proporciones —y como jamás me entrego a él completamente—, soy para él un desafío permanente y, por ello, ensaya conmigo a nivel individual esa misma seducción que a nivel colectivo ha comenzado a poner en práctica con un país que él ve, trata y pretende utilizar como si fuese sólo una extensión de la Hacienda Nápoles. Soy no sólo la única mujer de su misma edad que él tendrá en toda su existencia, sino también la única librepensadora y educada y, por razones de mi oficio, seré para él siempre su amante detrás de una cámara. Cuando necesita medir la posible reacción de otros a su discurso político, me utiliza fríamente como interlocutor —mezcla de abogado defensor, fiscal, testigo, juez y público—, consciente de que mientras él seduce a la mujer trofeo, la mujer cámara lo esta analizando, cuestionando, catalogando y casi seguramente comparando con otro de su misma talla.
Escobar es uno de los hombres más despiadados que haya producido en toda su historia una nación donde los hombres con frecuencia se amamantan del odio, la envidia y la venganza; pero a medida que el tiempo pasa y el amor va transformándose, he comenzado a verlo como un niño grande que carga con una cruz cada vez más pesada, hecha de las responsabilidades imaginarias y delirantes de aquellos cuya ambición conduce a la obsesión por controlar y dominar absolutamente todo, sus circunstancias, su entorno, su destino e incluso a todos los seres humanos que puedan formar parte de su pasado, su presente o su futuro.»
Pablo sólo siente verdadera pasión por una cosa: el ejercicio del poder en beneficio de sus intereses. Todo en su vida cumple dicho propósito y eso, obviamente, me incluye a mí. Como lo amo y lo fustigo en las mismas proporciones —y como jamás me entrego a él completamente—, soy para él un desafío permanente y, por ello, ensaya conmigo a nivel individual esa misma seducción que a nivel colectivo ha comenzado a poner en práctica con un país que él ve, trata y pretende utilizar como si fuese sólo una extensión de la Hacienda Nápoles. Soy no sólo la única mujer de su misma edad que él tendrá en toda su existencia, sino también la única librepensadora y educada y, por razones de mi oficio, seré para él siempre su amante detrás de una cámara. Cuando necesita medir la posible reacción de otros a su discurso político, me utiliza fríamente como interlocutor —mezcla de abogado defensor, fiscal, testigo, juez y público—, consciente de que mientras él seduce a la mujer trofeo, la mujer cámara lo esta analizando, cuestionando, catalogando y casi seguramente comparando con otro de su misma talla.
Escobar es uno de los hombres más despiadados que haya producido en toda su historia una nación donde los hombres con frecuencia se amamantan del odio, la envidia y la venganza; pero a medida que el tiempo pasa y el amor va transformándose, he comenzado a verlo como un niño grande que carga con una cruz cada vez más pesada, hecha de las responsabilidades imaginarias y delirantes de aquellos cuya ambición conduce a la obsesión por controlar y dominar absolutamente todo, sus circunstancias, su entorno, su destino e incluso a todos los seres humanos que puedan formar parte de su pasado, su presente o su futuro.»
[De Amando a Pablo, Odiando a Escobar (pp. 227-228). Virginia Vallejo. Debate, 2008]
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