«Y cuando la historia de que Escobar también ha construido calabozo y cementerio propios en las narices de sus guardianes llega al Palacio Presidencial, a César Gaviria se le rebosa la copa y el viceministro de Justicia, hijo de antiguos amigos míos, es enviado a verificar si algo tan espeluznante es cierto o son solo invenciones del cártel de Cali y las familias Moncada y Galeano. Al ser advertido de la llegada de contingentes del ejército para trasladarlo a otra prisión, Escobar cree que el gobierno se propone entregárselo a la DEA y, una vez que el joven funcionario ingresa al penal, lo toma como rehén. Tras una serie de hechos confusos sobre los cuales existen todo tipo de versiones, Pablo sale caminando entre los guardianes -que no mueven un dedo para impedírselo- y huye con sus hombres a través de unos túneles en los que venían trabajando desde hacía meses. Se inicia una maratoniana transmisión en directo a través de todas las emisoras del país y, mientras el nuevo director del noticiero Todelar —al servicio del cártel de Cali— no me permite tomar el micrófono en toda la tarde, Pablo le hace creer a Yamid Amat de Caracol que lleva tres horas oculto entre un enorme tubo en las proximidades de la Catedral mientras, en realidad, se encuentra ya a kilómetros de distancia y protegido por la densidad de la selva.
Yo estoy feliz porque sé que, con la fuga, Pablo ha dictado su sentencia de muerte. De inmediato se crea el Bloque de Búsqueda de la policía, que es entrenado en Estados Unidos con la única misión de acabar con él de una vez por todas. Desde un primer momento, los Pepes les ofrecen toda su cooperación. Tras entrenamientos intensivos, los Navy Seals y el Grupo Delta también se unen entusiasmados al Bloque de Búsqueda, y la DEA, el FBI y la CIA llegan con veteranos de Vietnam. Mercenarios alemanes, franceses y británicos los siguen —en pos de la recompensa de veinticinco millones de dólares—, y un total de ocho mil hombres son asignados en varios países para una guerra multinacional contra un solo individuo, uno a quien los americanos quieren vivo y los colombianos quieren muerto. Porque sólo la muerte garantiza su silencio.
En represalia por los interrogatorios y el descuartizamiento de unos cuantos mártires del bajo mundo en el nombre del Estado de derecho, Escobar coloca una bomba tras otra, prácticamente una a la semana, y sus sicarios, ahora convertidos en estrellas mediáticas, comienzan a aparecer en portadas de revistas y en primera página de todos los diarios. Como si Pablo fuese algún líder de la Resistencia, los medios publican todo lo que aquellos dicen y todo lo que él les dicta.»
Yo estoy feliz porque sé que, con la fuga, Pablo ha dictado su sentencia de muerte. De inmediato se crea el Bloque de Búsqueda de la policía, que es entrenado en Estados Unidos con la única misión de acabar con él de una vez por todas. Desde un primer momento, los Pepes les ofrecen toda su cooperación. Tras entrenamientos intensivos, los Navy Seals y el Grupo Delta también se unen entusiasmados al Bloque de Búsqueda, y la DEA, el FBI y la CIA llegan con veteranos de Vietnam. Mercenarios alemanes, franceses y británicos los siguen —en pos de la recompensa de veinticinco millones de dólares—, y un total de ocho mil hombres son asignados en varios países para una guerra multinacional contra un solo individuo, uno a quien los americanos quieren vivo y los colombianos quieren muerto. Porque sólo la muerte garantiza su silencio.
En represalia por los interrogatorios y el descuartizamiento de unos cuantos mártires del bajo mundo en el nombre del Estado de derecho, Escobar coloca una bomba tras otra, prácticamente una a la semana, y sus sicarios, ahora convertidos en estrellas mediáticas, comienzan a aparecer en portadas de revistas y en primera página de todos los diarios. Como si Pablo fuese algún líder de la Resistencia, los medios publican todo lo que aquellos dicen y todo lo que él les dicta.»
[De Amando a Pablo, Odiando a Escobar (pp. 379). Virginia Vallejo. Debate, 2008]
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