«[...] al recordar que en mi maleta descansaba el viejo ejemplar de Romanticismo, de Rüdiger Safranski. Una vez más, no había errado al escogerlo como compañía. Fui a buscar el libro y lo abrí por la página en que podía leerse que únicamente como fenómeno estético estaban justificados el mundo y la existencia.
Pensé: ¿no vine a Kassel a buscar precisamente el instante estético? Sí, pero no sólo para eso, me respondí. Ademas, ese instante no lo había encontrado nunca a lo largo de mi vida y todo parecía indicar que las cosas iban a seguir igual para mí después de pasar por Kassel. De hecho, ni siquiera sabía qué podía ser verdaderamente un instante estético, pues hasta entonces sólo había alcanzado a tener atisbos de ese instante, no mucho más. Quedé pensativo. ¿Para qué había ido a aquella ciudad? He venido, me dije, sólo para pensar. Quedé pensativo. He venido para construir mentalmente una cabaña, un refugio humano donde meditar sobre el mundo extraviado. Quedé pensativo. He venido para leer algo sobre un buhonero y su muñón y sobre la España irremediablemente tenebrosa. He venido para buscar el misterio del universo y para iniciarme en la poesía de un álgebra desconocida y a buscar un reloj oblicuo y leer sobre el Romanticismo. Quedé pensativo. He venido para investigar cuál es la esencia, el núcleo puro y duro del arte contemporáneo. He venido para saber si hay vanguardia todavía en el arte. De hecho, he venido para realizar una investigación sobre Kassel. Quedé pensativo. He venido simplemente para contar a mi regreso lo que he visto. He venido para saber qué son los beatniks. Quedé pensativo. He venido a conocer el estado general de las artes. Quedé pensativo. He venido a recuperar el entusiasmo. Quedé menos pensativo. He venido para luego poder contar el viaje como si hubiera ido a la finca de Locus Solus, o a la Acarria, a una Alcarria descrita por Roussel, por ejemplo. He venido para acceder a ese instante en el que un hombre parece asumir para siempre quién es. Quedé pensativo. He venido para dejar tranquila a mi mujer unos días. Quedé pensativo. He venido para dudar. Quedé indeciso. He venido para averiguar si tiene alguna lógica que me hayan invitado a Kassel a hacer un número chino. Quedé pensativo.» [de Kassel no invita a la lógica (pp. 96-97). Enrique Vila-Matas. Seix Barral, febrero 2014]
Pensé: ¿no vine a Kassel a buscar precisamente el instante estético? Sí, pero no sólo para eso, me respondí. Ademas, ese instante no lo había encontrado nunca a lo largo de mi vida y todo parecía indicar que las cosas iban a seguir igual para mí después de pasar por Kassel. De hecho, ni siquiera sabía qué podía ser verdaderamente un instante estético, pues hasta entonces sólo había alcanzado a tener atisbos de ese instante, no mucho más. Quedé pensativo. ¿Para qué había ido a aquella ciudad? He venido, me dije, sólo para pensar. Quedé pensativo. He venido para construir mentalmente una cabaña, un refugio humano donde meditar sobre el mundo extraviado. Quedé pensativo. He venido para leer algo sobre un buhonero y su muñón y sobre la España irremediablemente tenebrosa. He venido para buscar el misterio del universo y para iniciarme en la poesía de un álgebra desconocida y a buscar un reloj oblicuo y leer sobre el Romanticismo. Quedé pensativo. He venido para investigar cuál es la esencia, el núcleo puro y duro del arte contemporáneo. He venido para saber si hay vanguardia todavía en el arte. De hecho, he venido para realizar una investigación sobre Kassel. Quedé pensativo. He venido simplemente para contar a mi regreso lo que he visto. He venido para saber qué son los beatniks. Quedé pensativo. He venido a conocer el estado general de las artes. Quedé pensativo. He venido a recuperar el entusiasmo. Quedé menos pensativo. He venido para luego poder contar el viaje como si hubiera ido a la finca de Locus Solus, o a la Acarria, a una Alcarria descrita por Roussel, por ejemplo. He venido para acceder a ese instante en el que un hombre parece asumir para siempre quién es. Quedé pensativo. He venido para dejar tranquila a mi mujer unos días. Quedé pensativo. He venido para dudar. Quedé indeciso. He venido para averiguar si tiene alguna lógica que me hayan invitado a Kassel a hacer un número chino. Quedé pensativo.» [de Kassel no invita a la lógica (pp. 96-97). Enrique Vila-Matas. Seix Barral, febrero 2014]
2 comentarios:
Tras leer ese fragmento estoy ya contando los minutos para tener entre mis manos el nuevo libro de Vila-Matas.
Me alegro de que te haya gustado este aperitivo, Álex. Creo que la comida entera también te va a encantar.
Un abrazo.
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