domingo, 30 de diciembre de 2018

Libros de 2018

    Vila-Matas, grafiti en Salamanca, 2018
  1. Les possessions, de Llucia Ramis
  2. Una odisea, de Daniel Mendelsohn
  3. Los asquerosos, de Santiago Lorenzo
  4. Cosas Vivas, de Munir Hachemi
  5. Yo misma, supongo, de Natalia Carrero
  6. Un vespre al Paradís, de Lucia Berlin
  7. Impón tu suerte, de Enrique Vila-Matas
  8. Un nen, de Thomas Bernhard
  9. Mudar de piel, de Marcos Giralt Torrente
  10. Cosas conocidas y extrañas, de Teju Cole
  11. Marx y la muñeca, de Maryam Madjidi
  12. Ahora me rindo y eso es todo, de Álvaro Enrigue
  13. El laberinto junto al mar, de Zbigniew Herbert
  14. Les formes del verb anar, de Jenny Erpenbeck
  15. La muerte del comendador, de Haruki Murakami
  16. Carbón animal, de Ana Paula Maia
  17. Walt Whitman ya no vive aquí, de Eduardo Lago
  18. Per tenir casa cal guanyar la guerra, de Joan Margarit
  19. El favor de la sirena, de Denis Johnson
  20. Una educación, de Tara Westover
  21. Un estiu, de Francesc Parcerisas (y Gil de Biedma)
  22. El boxeador polaco, de Eduardo Halfon
  23. El hijo del héroe, de Karla Suárez
  24. L’art de portar gavardina, de Sergi Pàmies
  25. Un día en la vida de una mujer sonriente, de Margaret Drabble
  26. Lo que te pertenece, de Garth Greenwell
  27. Llega el rey cuando quiere, de Pierre Michon
  28. El último samurái, de Helen DeWitt
  29. La desaparición de Josef Mengele, de Olivier Guez
  30. El diario de la princesa, de Carrie Fisher
  31. La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach, de Esther Meynell
  32. El complot de las damas muertas, de Jessa Crispin
  33. Hombres imprudentemente poéticos, de Valter Hugo Mae
  34. La mujer singular y la ciudad, de Vivian Gornick
  35. La uruguaya, de Pedro Mairal
  36. Guerra y trementina, de Stefan Hertmans
  37. La hermana menor, de Mariana Enriquez
  38. Siete cuentos morales, de J.M. Coetzee
  39. Correo literario, de Wislawa Szymborska
  40. La muerte de Napoleón, de Simon Leys
  41. Museo animal, de Carlos Fonseca
  42. Pulse enter para continuar, de Ana Galvañ
  43. El dolor de los demás, de Miguel Ángel Hernández
  44. Papitu, de Carlota Benet
  45. Permagel, d'Eva Baltasar
  46. Clases de chapín, de Eduardo Halfon
  47. El final de la historia, de Lydia Davis
  48. Una vida subterránea, de Laura Freixas
  49. Teoría general del olvido, de José Eduardo Agualusa
  50. La felicidad de los pececillos, de Simon Leys
  51. Ordesa, de Manuel Vilas
  52. Aquella porta giràtoria, de Lluís Foix
  53. Duelo, de Eduardo Halfon
  54. Regreso a Berlín, de Verna B. Carleton
  55. Dalva, de Jim Harrison
  56. La vida de las hormigas, de Maurice Maeterlinck
  57. No sabes lo que me cuesta escribir esto, de Olivia Rueda
  58. El arte de la ficción, de James Salter
  59. Biblioteca bizarra, de Eduardo Halfon
  60. El orden del día, de Éric Vuillard
  61. La ciudad solitaria, de Olivia Laing
  62. Las manos de los maestros, de J.M. Coetzee
  63. Una tomba per a Boris Davidovic, de Danilo Kis
  64. Los gansos de las nieves, de William Fiennes
  65. Saturno, de Eduardo Halfon
  66. La hija de la amante, de A.M. Homes
  67. Tiempos de hielo, de Fred Vargas
  68. Mis premios, de Thomas Bernhard
  69. El arrecife de las sirenas, de Luna Miguel
  70. Chica de campo, de Edna O'Brien
  71. La hija de Joyce, de Annabel Abbs
  72. Läetitia o el fin de los hombres, de Ivan Jablonka
  73. Lo que está y no se usa nos fulminará, de Patricio Pron
  74. Los vivos y los muertos, de Joy Williams
  75. Mejor la ausencia, de Edurne Portela
  76. El eco de los disparos, de Edurne Portela
  77. El club de los mentirosos, de Mary Karr
  78. Joyce, de Edna O’Brien
  79. En la ciudad líquida, de Marta Rebón
  80. Tot sol, d'August Strindberg
  81. Los niños perdidos, de Valeria Luiselli
  82. Diario de 1926, de Robert Walser
  83. Asimetría, de Adam Zagajewski
  84. El ojo castaño de nuestro amor, de Mircea Cărtărescu

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miércoles, 26 de diciembre de 2018

Les possessions, de LLucia Ramis

biblioteca
Llucia Ramis (Palma, 1977)
LES POSSESSIONS
Anagrama, 2018 - 240 pàgs - inici
LAS POSESIONES
Libros del Asteroide, 2018 - 224 págs. - inicio
[interessant exercici de maduresa]
«Mon pare no era un d'aquells comentaristes als diaris online. A en Marcel l'exasperava que qualsevol tengués l'opció de deixar escrit el seu xarlatanisme als articles, ja fossin seus o dels altres, sota la mateixa capçalera dels diaris.
    -Permetre que qualsevol publiqui el que li doni la gana al web d'un mitjà seriós és posar a la mateixa altura el periodista que el psicòpata de torn. Un ha complert amb el codi deontològic, se suposa que ha contrastat la informació i que és veraç. En principi no hi ha calúmnies ni injúries, en el seu text, perquè podrien denunciar-lo. L'altre ha apuntat el primer que se li ha passat pel cap, fins i tot té dret a insultar o desacreditar el redactor o qui sigui, sense aportar-hi proves que justifiquin aquest atac. Ni tan sols li cal donar el seu nom real, no es responsabilitza del que ha escrit. I aquí tenim periodista i psicòpata, compartint capçalera i espai, confonent el lector. És més, el psicòpata creu tenir els mateixos drets que el periodista, encara que no hagi de complir amb les seves obligacions perquè no cobra. Això no és llibertat d'expressió, és llibertat d'estupidesa, i ho acabarem pagant car, deia.» (pág. 142)
[al·lot :: almanco :: colomassa :: cussa :: crui :: dedins :: devers
:: doblers :: esbucar :: horabaix :: idò :: mamballeta :: me mor ::
més o manco :: pic :: pomot :: qualque :: rancura :: servera :: xaval]

martes, 25 de diciembre de 2018

Una Odisea, de Daniel Mendelsohn


Daniel Mendelsohn (Nueva York, 1961)
UNA ODISEA
Un padre, un hijo, una epopeya

[An Odyssey: A father, a son, and an epic, 2017]
Trad. Ramón Buenaventura
Seix Barral, 2018 - 416 pàgs. - inicio

Extraordinario para La esfera de papel
"Este libro es un engañabobos", para La medicina
    de Tongoy
(y en 2021 estoy de acuerdo)
[no]

«Todas las epopeyas clásicas empiezan con lo que los especialistas denominan un proemio: la introducción en que se anticipa al auditorio el asunto de la epopeya, cuál será el alcance de su acción, cuáles las identidades de sus personajes, cuál la naturaleza de sus temas. Estos proemios suelen adoptar un tono formal, son quizá algo más rígidos que los relatos que los siguen, y nunca muy largos. Algunos resultan incluso de una concisión algo falsa, como el proemio de la Ilíada, poema épico de quince mil seiscientos noventa y tres versos dedicados a un episodio único que se produce durante el último año de la guerra de Troya: la acerba querella entre dos guerreros griegos —entre el comandante en jefe, Agamenón, hijo de Atreo, y su mejor guerrero, Aquiles, hijo de Peleo— que puso en peligro la misión de destruir Troya y vengar el rapto de Helena. (Para Agamenón, rey de Micenas, la guerra es cuestión personal: el marido cornudo de Helena, Menelao, rey de Esparta, es su hermano menor. Aquiles, por su parte, es gloria lo que busca en la lucha. «A mí los troyanos nunca me han hecho ningún daño», comenta con amargura.) Al final, los dos guerreros se reconcilian y la misión concluye con éxito. No estaría de más señalar, sin embargo, que la destrucción de Troya, la argucia del caballo de Troya, la emboscada nocturna, la matanza de los combatientes de la ciudad y la esclavitud de sus mujeres e hijos, el derrumbamiento de las otrora inexpugnables murallas —desenlace muy familiar para los oyentes griegos de la epopeya, porque era lo que sucedía en las guerras reales, y además porque se había hecho famoso por las representaciones artísticas y literarias de la caída de Troya—, no están contados en los quince mil y pico versos de la Ilíada. Los poemas épicos, sea cual sea su extensión, suelen atenerse con gran precisión al tema anunciado en sus proemios. El proemio de la Ilíada solo se refiere a la querella entre ambos guerreros griegos, sus causas y efectos, y lo que ello nos transmite sobre el modo en que los personajes conciben el honor, y eso que lo intenté el heroísmo, el deber y la muerte. Pero la épica dispone de un refinado surtido de recursos narrativos —puede sugerir y presagiar e incluso adentrarse en el futuro— y, por tanto, la Ilíada no nos plantea ninguna duda sobre cómo terminarán las cosas.» (págs. 22-23)

sábado, 22 de diciembre de 2018

Los asquerosos, de Santiago Lorenzo

Santiago Lorenzo (Portugalete, 1964)
LOS ASQUEROSOS
Blackie Books, 2018 - 222 págs. - portada
[sorprendente]
«Manuel me hablaba mucho de la parra, a la que estaba tomando simpatia en aumento. Entendí que, a falta de personas visibles y tangibles, él focalizaba su sentimiento en cualquier cosa viva que sí tuviera delante. Me preguntaba él sobre las necesidades, apetencias y antojos de la especie. Me informé al respecto y le transmití lo leído. Entre lo que le conté y lo que él iba viendo, la parra cogió en su cabeza una mística gorda y grave de la que él mismo se reía.
    Era la planta todo atenciones. Estaban sus uvas, postre regalado, que iban cobrando dulzor en connivencia con el sol que las regaba. En enero, el resultante de la poda aportó un buen haz de varitas, con el grosor preciso para la transición ígnea de la hojarasca al leño dentro de la chimenea. Recordó haber comido hojas de parra hervidas en un bar libanés de Madrid. Cuando brotaran de las guías, hacia junio, verificaría su coción y su aderezo. Las tomaría a ver qué tal, que seguro que bien, con lo que el árbol amigo devendría en verdulería bien provista.
    Y estaba su sombra, la que recordaba del verano, superior a todas las formas de refrigeración, más fresca contra más calor gritara el sol, de una limpieza clínica, de un sabor líquido, de un olor verdoso comparable a nada. En estaciones frías como la presente, en cambio, la parra se desvestía de follaje, como si ya supiera que debía retirar cortina para que el poco sol emergido pudiera pasar a casa. La parra era una planta doméstica, como lo son el servicial caballo y el cerdo donoso en el reino animal.» (págs. 73-74)

martes, 18 de diciembre de 2018

Yo misma, supongo, de Natalia Carrero

sin cocer
Natalia Carrero (Barcelona, 1970)
YO MISMA, SUPONGO
:Rata_, 2016 - 175 págs.
[no, pero a Rubén sí]
«En ocasiones, sin pretenderlo, he imitado a mi madre, me he encontrado haciendo como ella, desde ella, que es toda silencio, elocuencia reconcentrada. Y he tratado de comprender ese desierto de palabras que es lo único, tan inmenso, que me ofrece [...] Imito a mi madre de forma natural, sin pensarlo, pues procedo de su misma materia. A menudo me encuentro en el lugar donde ella ha pasado sus años de casada-sometida y triste por no haber hecho nada mejor con su vida. Descubro que yo también puedo amar y amo, además de nuestro estado de moribundas, de almas impasibles, al hombre que dice que no servimos para nada, que no nos enteramos de nada ni somos nada. Es el marido y el padre que cada día llega a casa más cabrón y rabioso por su incompetencia para encontrar trabajo, para no dejarse explotar y, sin embargo, explotar él nuestras vidas que en algún momento debieron ser tersas y redondeadas, no estos sacos de ilusiones pinchadas que chirrian aire embrutecido.
      Llegamos a Aribau con Gran Vía [...]» (págs. 19-21)

domingo, 16 de diciembre de 2018

Cosas vivas, de Munir Hachemi

Munir Hachemi Guerrero (Madrid, 1989)
COSAS VIVAS
Periférica, 2018 - 160 págs. - inicio
"Toda la realidad es un libro al que buscamos sentido"
[me encantó]
«Siempre pensé que contar aquello que realmente ocurrió sería una tarea más sencilla que la de escribir ficción (al fin y al cabo la realidad es más minuciosa que la más prolija de las invenciones), pero me encuentro con que no es así. La realidad no tiene la obligación de ser interesante —tampoco la memoria—; la literatura sí. Mis recuerdos no desalojan los espacios que hacen falta para un detalle misterioso o la sorpresa. Podría desodenarlos, es cierto, pero si lo hiciera de algún modo también estaría faltando a la verdad. Creo que Borges reflexionó de forma análoga en Funes el memorioso, el relato de un tipo que no es capaz de olvidar y que por lo tanto tampoco es capaz de pensar (no digamos ya de inventar). El relato de Borges —como todo buen relato fantástico— desconoce el rigor. Hace tiempo jugué a corregirlo y escribí un microrelato llamado La memoria de Ireneo, por el que luego me darían un premio. Lo reproduzco de memoria:
La memoria de Ireneo era vasta y minuciosa. Todo empezó el día en que se cayó de una tapia. Cuando despertó recordó la caída con precisa nitidez. Al instante siguiente recordó que recordaba, y al siguiente que recordaba que recordaba, y quedó así, atrapado en un hecho, en un recuerdo, en un instante denso y anodino e infinito.
    Borges, claro, no estaba por el realismo. Se habría reído de la cita de aquel escritor francés, creo que era Aragon, Louis Aragon, que dijo algo como "nadie más que yo puede saber el sacrificio y el abandono que supone hacer literatura realista" (qué lindo ahí el verbo hacer). De hecho, El Aleph no es sino un chiste acerca de o contra la literatura realista y el escritor realista encarnado en un tal Carlos Argentino Daneri. No me interesa sustraerme a las críticas de Borges, pero no soy un escritor realista; primero porque no soy un escritor, no soporto que me llamen tal cosa, segundo porque el sufijo -ista siempre supone algún grado de artificio.» (págs. 45-46)

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Un vespre al paradís, de Lucia Berlin


Lucia Berlin (1936-2004)
UN VESPRE AL PARADÍS
[Evening in paradise: more stories]
Trad. Josefina Caball i A. Torrescasana
l'altra editorial, 2018 - 272 pàgs. - inici
[millor rellegir Manual per a dones de fer feines]

«Renoi, com s'omple aquest centre de desintoxicació quan plou. Estic fart de quedar-me al carrer, sabeu? La meva senyora i jo hem anat a les grades...s'hi està bé, és tranquil i hi ha molt espai. Llavors ha començat a ploure i ella s'ha posat a plorar. Jo tota l'estona li preguntava: "¿Què et passa reina? ¿Què passa?". Sabeu què ha dit finalment? "Totes les burilles es mullen". I li he pegat. Ella s'ha posat feta una fúria i els polis se l'han endut cap a la garjola i a mi m'han portat aquí. Puc aguantar sense beure. El problema és que quan estic sobri començo a pensar. Els alcohòlics pensen més que la majoria de la gent, és la veritat. Bec perquè no em vinguin les paraules al cap. Merda, ¿què passaria si jo fos bateria? L'última vegada que vaig ser aquí hi havia un número de Psycology Today que parlava dels borratxos dels barris baixos. Demostrava que els alcohòlics pensaven més. Deia que treien puntuacions més altes als tests que les persones normals i que també tenien més retentiva. Només hi havia una cosa en què tenien mala puntuació, una cosa que eren incapaços de fer bé, però no recordo quina.» (DIA DE PLUJA, pág. 232)

sábado, 8 de diciembre de 2018

Impón tu suerte, de Enrique Vila-Matas

«Partiremos de unas palabras de Coetzee que esta misma mañana pensé que debería grabar en una de las vigas de madera del techo de mi estudio, porque resumen a la perfección lo que pensaba yo mismo justo precisamente cuando las estaba leyendo. Ya se sabe: las citas tienen un interés especial, ya que uno es incapaz de citar algo que no sean sus propias palabras, quienquiera que las haya escrito: “Tengo que admitir que pierdo la paciencia leyendo ficción que no intenta hacer algo que no se ha intentado hacer nunca antes, preferiblemente con la ficción misma como forma de expresión”.
Dicho lo mismo con variantes: 1) no puedo estar más harto de tanta literatura anclada en tiempos de Maricastaña cuando hablaban las calabazas; 2) no me dedico a la no ficción, ni al realismo negro ni sucio, ni a la maldita autoficción; el espacio en el que siempre me moví es simplemente el de la ficción, sin más. La ficción es ficción, pero como tal tiene más posibilidades de acercarse a la verdad que cualquier representación de la realidad. Con esta convicción he trabajado a lo largo de los años en mi obra narrativa, no moviéndome jamás del territorio de la literatura como invención, alejado de las histórias verídicas o, como se dice ahora, de las historias basadas en hechos reales y que, como diría Nabokov, son un insulto al arte y a la verdad.
En las orillas de mi obra narrativa, llevo tiempo escribiendo una obra paralela –artículos, conferencias, ensayos– que suele ensamblarse bien con el mundo de mis ficciones. De hecho, hubo ya desde primera hora, un trasvase continuo entre esa obra paralela y la narrativa y ahora, si no fuera una tanto osado afirmarlo, diría que son lo mismo. Pues, como bien observó el editor de Una vida absolutamente maravillosa, llevo a cabo desde hace tiempo un genuino mestizaje en que la novela, el ensayo, el artículo y la conferencia abjuran de sus límites para explorar un territorio liminar y, al mismo tiempo, bien custodiado y reconocible.
Haber insinuado que son lo mismo me ha traído a la la memoria un texto que escribí sobre un grave colapso físico por el que tuve que ser ingresado en mayo de 2006. Ese episodio de hospitalización aparece narrado como ficción en uno de mis cuentos de Exploradores del abismo (2007) y como fragmento de vida en Dietario voluble (2008), empleando exactamente las mismas palabras en un libro como en otro, solo que en uno el gran percance se leía como si fuera una muy verosimil ficción y en el otro como un texto autobiográfico.
Enrique en Nápoles
¿Y por qué hice esto? Por ver qué pasaba. Por ver qué ocurría cuando llevabas a cabo algo que no sabías por qué lo hacías ni qué buscabas ahí y ni tan siquiera si, en el campo de la escritura, lo había intentado alguien antes. Por buscar nuevos sentidos a las combinaciones de ideas. Por la atracción que sentía por los ready-made en literatura. Por tratar de imponer mi suerte y abrazar mi felicidad, por orientarme hacia el peligro y tratar de que algunos lectores me vieran y les atrajera el mundo que les proponía y que confiaba que no llegara a poder nunca explicarles, supongo que pensando en aquello que decía John Ashbery de que siempre fue complicado ser un buen artista y al mismo tiempo saber explicar de un modo inteligente cómo era tu arte.»
De Por ver qué pasaba, prefacio de Enrique Vila-Matas a la primera edición de Impón tu suerte (Círculo de Tiza, 2018) convertido en epílogo de la segunda edición. · la biblia literaria de un hereje ·
· guía de lecturas sumergidas ·
· un festival de lucidez literaria ·
[por eso queremos tanto a enrique]

martes, 4 de diciembre de 2018

Un nen, de Thoma Bernhard


Thoma Bernhard (Austria, 1931 - 1989)
UN NEN
[Ein Kind, 1982]
Trad. Clara Formosa Plans
El Gall Editor, 2012 - 119 págs. - inici
[furiós, magnètic, aterridor]

«Això és Brahms, sentia i això és Beethoven, això és Mozart. Jo no els diferenciava. Vaig entrar al tercer curs de l'escola primària, per anar a l'escola tenia un quart d'hora de camí a través del centre de la ciutat, al davant en diagonal hi ha la presó encara avui, un edifici espantós, envoltat d'un mur de tres metres d'altura i amb unes finestres de reixes gruixudes, que en el fons són només uns forats quadrats. Així la visita diària a l'escola tenia la seva part demoníaca. Aquí no hi tenia només un mestre, sinó uns quants, per a cada matèria n'hi havia un de diferent. Com austríac m'era difícil resistir. Estava completament en mans de les burles del meus companys d'escola. Els fills dels burgesos amb els seus vestits cars em castigaven, sense que jo sabes per què, amb el seu menyspreu. Els mestres no m'ajudaven, al contrari, de seguida van aprofitar l'avinentesa per als seus atacs de fúria. Estava tan desemparat com no ho havia estat mai abans. Entrava a l'escola tremolant i en tornava a sortir plorant. Quan anava a l'escola, anava al patíbul, i la meva decapitació definitiva es retardava sempre, cosa que era una situació angoixant. No vaig trobar ni una sola persona entre els companys d'escola de qui hagués pogut fer-me'n amic, jo m'hi apropava, ells em refusaven. Estava en una situació espantosa. A casa era incapaç de fer els meus deures, fins i tot dins el meu cervell, tot en mi estava paralitzat. Que la meva mare em tanqués no servia de res. M'asseia allà i no podia fer res. Així vaig començar a dir-li mentides, dient-li que tenia els deures fets. Fugia corrents a la ciutat i anava plorant i angoixat pels carrers i els carrerons i buscava refugi als parcs i als terraplens del tren. Si pogués morir-me!, era el meu pensament constant. » (pàg. 82)

viernes, 30 de noviembre de 2018

Mudar de piel, de Marcos Giralt Torrente


Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968)
MUDAR DE PIEL
Anagrama, 2018 - 240 págs. - Bibl. Urgell
LUCÍA Y YO (primer relato)
[prefiero Tiempo de vida]
De la contraportada:
«Imaginemos a nueve narradores reunidos para contar cada uno de ellos, sin callarse nada, una historia relevante de su vida. Historias de infancia compartidas con sus padres y hermanos, o historias de su pasado reciente vividas con sus parejas e hijos. Al igual que los narradores de esa escena imaginada se contagiarían de un tono similar dictado por el tema y las circunstancias, las nueve historias reunidas en este libro se sirven de un lenguaje común para hilar con tramas diversas un tapiz nada convencional de los subterráneos del afecto. Algunas conforman cuentos canónicos y otras fuerzan las fronteras del genero para erigirse en auténticas novelas bonsái, pero en las nueve late, junto al engarce de ecos sutiles, el mismo afán de desnudar la realidad para dejarla tal como se nos aparecería en un breve instante de revelación. Con la destreza y precisión que caracterizan su obra, Marcos Giralt Torrente se adentra de nuevo en las relaciones familiares demostrando sus grandes dotes para perfilar la psicología –en ocasiones contradictoria– de unos personajes enfrentados a sus miedos y anhelos. Padres intermitentes, madres esquivas, adolescentes que se asoman desconcertados al mundo adulto, niños cómplices, hermanos y hermanas unidos por lazos difíciles de disolver, reencuentros inesperados, engaños, sombras ominosas, ausencias irreparables, amores imperfectos y, en general, ese lento encaje de las complejidades de la vida al que nos expone la convivencia con el espejo de nuestros allegados.»

lunes, 26 de noviembre de 2018

Cosas conocidas y extrañas, Teju Cole

Teju Cole (Michigan, 1975)
COSAS CONOCIDAS Y EXTRAÑAS
Ensayos

[Known and Strange Things, 2016]
Trad. Miguel Temprano García
Acantilado, 2018 - 400 págs. - inicio
[la lúcida y sugestiva mirada de Teju sobre el mundo]
«La fotografía y las palabras llegan de forma simultánea. Se avalan mutuamente: crees las palabras porque la fotografía las confirma, y confías en la fotografía porque confías en las palabras. Además, ambas añaden presión a la interpretación: una fotografía de guerra puede, por ejemplo, hacer que una situación espantosa sea tolerable, igual que una historia sobre un escándalo puede hacer que el político retratado parezca conmovedor. Pero, a diferencia de las palabras, a menudo se piensa que las imágenes no están sesgadas. La facticidad de una fotografía puede ocultar la astucia de su contenido y su selección [...]

Disco Night Sept. 11 • Peter Van Agtmael • Magnum Photos
Foto de Peter Van Agtmael de la serie Disco Night Sept. II

«Van Agtmael pone un pie de foto a casi todas las imágenes, y los pies son tan eficaces como sus fotografías asombrosamente nítidas e irreales. Una muy característica la hizo en 2009 en la provincia de Helmand, en Afganistán. Muestra a siete soldados en un paisaje desértico y pardusco barriendo el terreno en busca de explosivos improvisados. Cada hombre está separado unos pasos de los demás. Están trabajando juntos, pero cada uno de ellos está solo, y a esta distancia y desde esta altura (es difícil decir si el fotógrafo está en un helicóptero o en una loma) parecen soldados de juguete. Buscan y no encuentran nada. Minutos después se produce una explosión [...] »

La cámara es un instrumento de transformación. Puede hacer que lo que veas sea más bello, más espantoso, más leve, más siniestro, y al mismo tiempo insistir en la pura realidad de lo que describe. A esto se refería Brecht en 1931 cuando escribió: "La cámara es tan capaz de mentir como la máquina de escribir".¿Qué debemos hacer entonces con esta máquina tendenciosa? Una opción es oponerse a la descripción de la violencia y alinearse con el lector que se queja por una fotografía desagradable y exige respetar los límites del buen gusto. Pero otra opción —mejor, a mi entender— es comprender que el problema no radica en que haya muchas imágenes perturbadoras, sino en que haya muy pocas. Cuando solo se hace visible la tragedia o el sufrimiento de ciertas personas en ciertos sitios, en realidad no se transgreden los límites del buen gusto. "Todos tenemos fuerza para soportar las desgracias ajenas", escribió LaRochefoucauld. Debemos ver qué les pasa en realidad a los estadounidenses en situaciones de guerra o violencia masiva [...] El fotoperiodismo relacionado con la guerra, los prejuicios, el odio y la violencia busca una neutralidad con anteojeras a expensas de la verdadera justicia. (En nuestro país, esto se manifiesta como una tolerancia ante el sufrimiento de los negros que no se extiende al sufrimiento de los blancos; por ejemplo, en la proliferación de vídeos de personas negras asesinadas por la policía.) Con demasiada frecuencia en nuestros medios de comunicación, las palabras nos llevan a eso, pero las fotografías, acostumbradas a cierta inmunidad, se resisten.» (De CONTRA LA NEUTRALIDAD, págs. 219-224)

Más Teju:

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Marx y la muñeca, de Maryam Madjidi

Maryam Madjidi (Teherán, 1980)
MARX Y LA MUÑECA
[Marx et la poupée, 2017]
Trad. Palmira Feixas
Minúscula, 2018 - 216 págs.
Este libro, que me ha encantado, me ha recordado que “hay que ir hacia una literatura acorde con el espíritu del tiempo. Una literatura mixta, mestiza, donde los límites se confundan y la realidad pueda bailar en la frontera con lo ficticio. Y el ritmo borre esa frontera.Enrique Vila-Matas en Café con Shandy (2007)
«Escribiendo, desentierro los muertos. ¿En eso radica mi escritura, pues? ¿En el trabajo de un sepulturero al revés? A veces yo también tengo náuseas, que me atenazan la garganta y el vientre. Me paseo por una llanura vasta y silenciosa que se parece al cementerio de los malditos y desentierro recuerdos, anécdotas, historias dolorosas o desgarradoras. A veces apesta. El olor de la muerte y del pasado es persistente. Me vuelvo a encontrar con todos los muertos que me clavan la mirada y me imploran que cuente su vida. Van a atormentarme como a mi padre, que cada noche, durante años, se despertaba bañado en sudor. Invisibles siguen mis pasos. A veces, me doy la vuelta bruscamente por la calle y veo bocas borradas.» (pág. 40)
Maryam Madjidi nació en 1980 en Teherán. Dejó Irán a la edad de seis años para vivir en París y Drancy. Hoy enseña francés a extranjeros menores de edad, después de haberlo enseñado a alumnos de secundaria, a estudiantes chinos y turcos, y a presos. Vivió cuatro años en Beijing y dos en Estambul.
- Premio Goncourt a la Primera Novela 2017
- Premio Étonnants voyageurs 2017

viernes, 16 de noviembre de 2018

Ahora me rindo y eso es todo, de Álvaro Enrigue


Álvaro Enrigue [Guadalajar (México), 1969]
AHORA ME RINDO Y ESO ES TODO
Anagrama, 2018 - 464 págs. - inicio

- Tres fragmentos del libro de Gerónimo
- Entrevista en ABC Cultural
- Desierto sonoro, de Valeria Luiselli
[a Nadal le ha gustado poco. A otros y a mí, mucho]

«La idea es escribir un libro sobre un país borrado. Un país que funcionó tan bien y mal como funcionan todos los países y que desapareció frente a nuestros ojos como desaparecieron los casetes o la crema de vaca en triángulo de cartón.  Dónde hoy están Sonora, Chihuahua, Arizona y Nuevo México había una Atlántida, un país de en medio. Los mexicanos y los gringos como dos niños sordomudos dándose la espalda y los apaches corriendo entre sus piernas sin saber exactamente a dónde porque su tierra se iba llenando de desconocidos que salían a borbotones de todos lados.

La Apachería era un país con una economía, con una idea de Estado y un sistema de toma de decisiones para el beneficio común. Un país que daba la cara, una cara morena, rajada por el sol y los vientos, la cara más hermosa que produjo América, la cara de los que lo único que tienen es lo que nos falta a todos porque al final siempre concedemos para poder medrar: dignidad.

Los apaches fueron, sobre todo, un pueblo digno y la dignidad es la más esotérica de las virtudes humanas. La única que antepone la urgencia de vivir el presente como a uno se le dé la gana a esa otra urgencia, desaseada y babosa, que supone la dispersión de la información genética propia y la supervivencia de unos modos de hacer, una lengua, ciertos objetos que sólo produce un grupo de personas. Cosas que en realidad da lo mismo que se extingan —se fueron los atlantes, los aztecas, los apaches, pero pudimos ser nosotros—, paquetes de genes y costumbres que a veces sentimos que son lo mejor que tenemos sólo porque en el mero fondo es lo único que hay.

Cuando los chiricahua —la más feroz de las bandas de los apache— no tuvieron más remedio que integrarse a México o a los Estados Unidos, optaron por una tercera vía, absolutamente inesperada: la extinción. Primero muerto que hacer esto, fanfarroneamos todo el tiempo, pero luego vamos y lo hacemos. Los apaches dijeron que no estaban interesados en integrarse cuando los conquistadores entraron en contacto con ellos en 1610 y siguieron diciendo que no hasta que todo su mundo cupo en un solo vagón de tren: el que se llevó a los últimos 27 chiricahuas fuera de Arizona.

No sé si haya algo que aprender de una decisión como ésa, extinguirse, pero me desconcierta tanto que quiero levantarle un libro.

Vivo de escribir novelas, artículos, guiones, para poder sostener a mi familia con los asuntos sobre los que leo. Y escribo porque es lo único que soy capaz de hacer consistentemente. No sé si lo he contado antes, pero tuve el privilegio de renunciar a un trabajo, por primera vez en mi vida, cuando ya tenía 37 o 38 años. De todos los demás —y fueron muchos— me habían corrido. He tratado de hacer de todo para mantener a mi modesta banda de cinco miembros a flote, para que mi material genético, mi lengua, mi manera de hacer, resista un poco más. Si fuera un chiricahua sólo leería, nos moriríamos de lo que uno se muere si no participa en la kermés de la productividad: malnutrición, sesenta cigarros al día, falta de dentista, enfermedades curables, deudas tributarias, pésima educación.

En la hora de su extinción, los chiricahua no escribían más que con las grafías con que se deletrea la muerte concreta. Dejaban en los caminos mensajes escritos con un alfabeto de cadáveres para que a nadie se le olvidara de quién era esa tierra, o de quién había sido esa tierra que los mexicanos y los gringos se sentían con derecho a ocupar. El país no tenía nombre, no al principio.» (págs. 22-24)

[más ecos de méxico]
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domingo, 11 de noviembre de 2018

El laberinto junto al mar, de Zbigniew Herbert

Zbigniew Herbert (Polonia, 1924 - 1998)
EL LABERINTO JUNTO AL MAR
[Labirynt nad morzem, 2000]
Trad. Anna Rubió y J. Slawomirski
Acantilado, 2018 - 288 interminables págs. - inicio
[decepcionante]
«Heraclión. El puerto y las murallas venecianas, los bastiones que rodean la ciudad de casas blancas. El silencio de las contraventanas cerradas a cal y canto.
  Me dirijo hacia la ciudad por una calle abrupta que parece no tener fin, aunque mis ojos den fe de lo contrario. Las dimensiones del mundo se han atrofiado y, aunque oigo el crepitar de la arena bajo mis pies y el ruido de mis pasos, tengo la sensación de no avanzar, hundido hasta el cuello en el bochorno, sumergido en la claridad. Noto una dolorosa mengua de la realidad. Me veo a mí mismo como en sueños, de soslayo, sin posibilidad alguna de conectar con mi cuerpo agitado por un movimiento pendular: inmóvil, clavado a aquel espacio blanco, perpetuado como en una fotografía, atrapado con el lastre de mi sombra a cuestas por aquel juego de apariencias. Durante largos años me perseguirá esta imagen y el recuerdo de la ascensión por la calle Handakos, la imagen de un yo atado de pies y manos, como si entonces, bajo el sol deslumbrante del mediodía, hubiera experimentado por primera vez el roce de la muerte.
  Alquilé una habitación de paredes enjalbegadas con un camastro de hierro encima del cual colgaba un temible san Jorge en plena faena de asesinar al dragón y, sin demora, me dirigí hacia el museo para verme rodeado de objetos, de muchos objetos, con la esperanza de olvidar aquel vergonzoso episodio y la repugnante sensación de haber perdido el contacto con la realidad.» (pág. 11)
[hablando de Grecia y alrededores, prefiero los Peregrinos de la belleza]

jueves, 8 de noviembre de 2018

Les formes del verb anar, de Jenny Erpenbeck


Jenny Erpenbeck (Berlín Oriental, RDA, 1967)
[Gehen, ging, gegangen, 2015]

  • LES FORMES DEL VERB ANAR
    Trad. Marta Pera Cucurell
    Angle editorial, 2018 - 344 pàgs. - inici
  • YO VOY, TÚ VAS, ÉL VA
    Trad. Francesc Rovira Faixa
    Anagrama, 2018 - 336 págs. - inicio
  • [impressionant & imprescindible]

    «A principis de febrer arriben les cartes del Departament d'Estrangeria a tots els homes del grup d'Oranienplatz que no han presentat cap sol·licitud d'asil a Alemanya però que s'hi han quedat. S'ha comprovat cas per cas i s'ha pres una decisió. S'ha posat en evidència el que ja se sabia la tardor de l'any passat, quan es va desallotjar la plaça: que només Itàlia és responsable dels homes que van arribar passant per Itàlia.
       L'Alí, del Txad, que ha treballat de cuidador a casa de la mare de l'Anne, ha de marxar.
       En Khalil, que no sap on són els seus pares ni si encara són vius, ha de marxar.
       En Zani, el borni que recopila articles sobre la massacre de la seva ciutat natal, ha de marxar.
       En Iusuf, de Mali, el rentaplats que vol ser enginyer, ha de marxar.
       L'Hermes de les vambes daurades ha de marxar.
       L'Abdusalam, el cantant guenyo, ha de marxar.
       En Mohamed, que porta els pantalons cordats sota les natges per anar a la moda, ha de marxar.
       En Iaia, que va tallar el cable de l'alarma perquè deixés de sonar, ha de marxar.
       I també en Rufu amb el queixal empastat.
       Ha de marxar l'Apol·lo, fill del desert del Níger, el lloc d'on França extreu urani.
       Ha de marxar en Tristany.
       I ha de marxar en Karon, el prim.
      També ha de marxar l'Ithemba, el llarg, que cuina tan bé.
      Quan li manen que surti de la seva habitació es talla les venes davant dels policies i se l'emporten a l'hospital psiquiàtric.
        També ha de marxar en Raixid.
      El dilluns que rep la carta es ruixa amb gasolina a Oranienplatz i es vol calar foc.»


    On va una persona quan no sap on ha d'anar?
    (pàgs. 316-318)
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